Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen...
2 Timoteo 2:24-25a LBLA
Nunca intente corregir a alguien a quien no haya instruido primero. Bueno, a menos que usted sea uno de esos molestosos correctores automáticos, que crean más problemas de los que resuelven! Usted no es una máquina, usted puede razonar. Tenga en cuenta que todos merecemos una oportunidad para aprender, y practicar lo aprendido, sin temor de ser reprendidos.
Recuerde por un momento cómo era su vida de estudiante ¿Esperaría usted que su profesor de secundaria le diera un examen sobre Física Nuclear, y luego le reprobara el año por no dominar el contenido? Con toda seguridad, eso no habría sido justo, ni sensato! Algunas personas desarrollan la mala manía de corregir automáticamente a todo el que se cruza en su camino; sin embargo, a menudo pasan por alto este importante principio: La instrucción viene primero, la corrección después. De no ser así, la otra persona sólo podrá interpretar sus palabras como un ataque contra su integridad personal.
En lugar de señalar con el dedo a todo lo que la otra persona hizo mal, preocúpese por sentar las bases para una comunicación clara y efectiva. Tome tiempo para entrenar a las personas a su cargo. Asegúrese de transmitirles cuáles son sus objetivos, y qué exactamente espera de ellas. Sea paciente y apóyelas en su proceso de aprendizaje porque, sólo entonces, esas personas podrán verlo a usted como alguien que tiene la actitud adecuada y la autoridad suficiente para utilizar efectivamente la corrección.
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