El capítulo 5 de Levítico comienza describiendo algunas ofensas menores por las que se debía ofrecer un sacrificio. Leamos desde el v. 1-4:
Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado.
Asimismo la persona que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda, sea cadáver de bestia inmunda, o cadáver de animal inmundo, o cadáver de reptil inmundo, bien que no lo supiere, será inmunda y habrá delinquido.
O si tocare inmundicia de hombre, cualquiera inmundicia suya con que fuere inmundo, y no lo echare de ver, si después llegare a saberlo, será culpable.
O si alguno jurare a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien, en cualquiera cosa que el hombre profiere con juramento, y él no lo entendiere; si después lo entiende, será culpable por cualquiera de estas cosas.
Recordemos que en el caso de Israel, el sacerdote ejercía un papel religioso, pero también judicial, con lo que nos queda claro el porqué se hace hincapié en la importancia del testimonio de testigos presenciales, a la vez que se le otorga gran peso a las obligaciones contraídas bajo juramento. En un estudio anterior hablamos brevemente sobre la pureza ritual y la prohibición de entrar en contacto con cualquier cuerpo muerto; las personas que infringian estas normas debían someterse a un proceso de purificación que duraba siete días.
Prestemos atención a las frases si después llegare a saberlo, será culpable y si después lo entiende, será culpable. Ambas sugieren la idea de que estos eran en realidad pecados involuntarios, por yerro o de ignorancia. Necesitamos preguntarnos: En qué momento la persona que peca inadvertidamente se vuelve culpable, según estos versículos? En el momento en que se adquiere consciencia del pecado.
El apóstol Pablo escribe acerca del papel de la Ley en el plan de salvación:
Romanos 5.13 (RVR60)
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
Romanos 4.15 (NVI)
La ley, en efecto, acarrea castigo. Pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
Gálatas 3.19 (DHH)
Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue dada ... para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres, hasta que viniera esa «descendencia» a quien se le había hecho la promesa.
Pensemos por un momento que estamos entrando en una habitación totalmente oscura y llena de escombros. Es posible que usted tenga un tacto privilegiado, pero aún así le garantizo que tropezará antes de que pueda dar tres pasos seguidos. Imagine que esta habitación es el mundo antes de que Dios revelara la Ley a Moisés. El pecado ya estaba presente, pero no había sido puesto al descubierto. Ya sea que usted sea consciente o no de él, el pecado le destruirá. Lo entienda o no, está ahí y le causará toda clase de problemas. Ahora piense que alguien ha llegado para limpiar los escombros. Qué es lo primero que esa persona tendrá que hacer? El o ella deberá primero prender la luz antes de que pueda retirar la basura. La luz es lo que revela todo lo que antes se encontraba oculto a nuestros ojos; de la misma forma, la Ley fue dada a fin de mostrarnos la realidad del pecado que siempre estuvo ahí. La Ley no es la solución al problema del pecado, la solución a nuestro problema con el pecado es Cristo! El es quien viene a limpiar la habitación! Sin embargo, la Ley nos permite ver el pecado y comprender nuestra necesidad de Cristo.
Al entender cuál es la función de la Ley, usted y yo seremos capaces de comprender el resto de este libro de Levítico. Le advierto que nos encontraremos frente a frente con pasajes muy difíciles de asimilar para nuestra mente moderna. Una vez allí, será necesario recordar que hemos entrado en el terreno de la Ley. En este terreno todo pecado y toda desobediencia serán descubiertos y recibirán su justa retribución. Sin la gracia que se manifestó siglos después en la persona de Jesucristo, el pecado nos llevará inequívocamente a la muerte física y espiritual.
Ahora que ya estás advertido, permíteme anticipar que no sólo te será difícil comprender algunos pasajes, también te sentirás profundamente dichoso y agradecido a Dios por su gracia y misericordia. Podrás identificarte con cada uno de los personajes en este gran libro, y darte cuenta de dónde exactamente te llevaría tu pecado de no ser por la obra redentora de Cristo en tu vida.
Por un momento, continuemos leyendo en Levítico 5.5-7:
Cuando pecare en alguna de estas cosas, confesará aquello en que pecó,
y para su expiación traerá a Jehová por su pecado que cometió, una hembra de los rebaños, una cordera o una cabra como ofrenda de expiación; y el sacerdote le hará expiación por su pecado.
Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto.
En el v. 5 encontramos la confesión. La confesión es el acto de admitir algo, en este caso nuestra responsabilidad por el pecado. Una vez que somos confrontados por la Palabra de Dios acerca del pecado, es necesario que seamos capaces de admitir nuestra culpa, a fin de que podamos alcanzar misericordia. Uno de los versículos más conocidos sobre la confesión es el que se encuentra en 1 Juan 1.8-9:
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Demasiados falsos maestros andan predicando un evangelio sin confesión. Ellos dicen: Venga a Cristo para que todos sus problemas se solucionen y pueda obtener todo lo que quiera en esta vida. Falso! El verdadero Evangelio es el que comienza con convicción de pecado, arrepentimiento y confesión, pues no podemos ser rescatados de nuestra propia justicia, solo podemos ser rescatados de nuestros pecados.
Otro detalle importante en este capítulo es la provisión que Dios hace para los pobres dentro de la congregación de Israel v. 7:
Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto.
Saltemos al v. 11,
Pero si no tiene lo suficiente para dos tórtolas o dos pichones, entonces, como ofrenda por el pecado que ha cometido, traerá la décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda por el pecado; no pondrá aceite ni incienso en ella, pues es ofrenda por el pecado.
Es interesante que la misma expiación que funcionaba para el rico mediante la ofrenda de un cordero o una cabra, funcionaba para el pobre mediante el ofrecimiento de un puñado de harina sobre el altar. Si Dios hizo esta salvedad en el tiempo de la Ley, qué deberíamos esperar de El para este tiempo de la gracia? Es triste ver que algunos ni siquiera quieren ver su situación económica antes de pedirle que dé desproporcionadamente su dinero, aún cuando Dios mismo no lo haría así.
El el NT leemos acerca de la ofrenda de purificación de María, la madre de Jesús:
Lucas 2.22-24
Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor, y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Por qué ofreció Maria dos tórtolas en lugar de un cordero y una tórtola como se establece más adelante en el mismo Libro de Levítico? Porque la familia en la que Jesús nació era una familia pobre y no tenía la suficiente para ofrecer un cordero. Jesús experimentó aún la pobreza por nosotros!
Recuerda que El también fue el Cordero de los sacrificios de purificación. El nos limpió de toda contaminación mediante su sacrificio, nos perdonó y nos liberó de toda culpa en la cruz. Su gracia se nos ofrece de manera totalmente gratuita, y ninguna cantidad de dinero puede comprar la salvación que obró por nosotros.
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