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Lidiando con el Espíritu de Rechazo #5: Fuera el Miedo!

Actualizado: 20 jun 2021

Hola, estimado lector. Bienvenido a una nueva entrega de la serie Lidiando con el Espíritu de Rechazo. En el estudio de esta semana, te propongo profundizar en uno de los socios más cercanos de un espíritu de rechazo: el miedo. Soy consciente de que ya hemos hablado alguna vez sobre este tema, sin embargo, en esta ocasión intentaremos abordarlo desde una perspectiva un tanto diferente.


Para comenzar, quiero citar a John Eckhardt, en el capítulo 4 de su libro Destruyendo el Espíritu de Rechazo: El miedo es un espíritu paralizante que mantiene a la gente atada en muchas áreas de sus vidas. Este espíritu se manifiesta de numerosas maneras: miedo a ser rechazado, miedo a ser abandonado, miedo a que alguien nos hiera, miedo al fracaso, miedo al futuro, miedo a tomar decisiones, miedo a la oscuridad, miedo a la soledad, miedo a la opinión o reacción de otras personas, miedo al matrimonio, miedo a las responsabilidades, miedo a las enfermedades, miedo a los accidentes, miedo a los gérmenes, miedo a la muerte, miedo a la pobreza, etc.


En este grupo también se incluyen las fobias. Una fobia es un terror o miedo excesivo, irracional, incontrolable y desmesurado respecto al perjuicio que un objeto, persona o situación temida puede ocasionar al individuo que la padece. Dicho temor irracional, que es también considerado un trastorno de ansiedad, hace que la persona afligida sienta un pánico incontrolable cada vez que se ve expuesta a este factor estresante, a pesar de comprender que su temor es ilógico. Como sabes, el mundo de las fobias es muy amplio y complejo, abarcando desde el miedo a algún animalito inofensivo, hasta el miedo a las alturas o los lugares cerrados, etc.

Además de las fobias, una de las peores manifestaciones de miedo es la paranoia, un desorden mental que se caracteriza por la aparición de ideas fijas, obsesivas, e infundadas. Las personas que sufren de este desorden, a menudo se sienten amenazados en circunstancias normales, muestran excesiva desconfianza con respecto a otras personas, o tienen frecuentes delirios de persecución. Las Escrituras nos hablan de al menos un caso de aparente paranoia (el caso del rey Saúl), el cual ya mencionamos en estudios anteriores, donde se relaciona directamente a la presencia de un espíritu maligno.


En el estudio de hoy daremos respuesta a las siguientes interrogantes: ¿Qué es el miedo? ¿A qué debemos su origen? ¿Y qué dice la Biblia sobre él? Además, ¿Qué relación existe entre el miedo y el rechazo? y, ¿Qué podemos hacer para resolver aquellos miedos irracionales que nos afectan, y nos impiden llevar una vida satisfactoria?


Según el diccionario de Oxford, lexico.com, el miedo es: a) una sensación alerta o angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario; b) un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.


De acuerdo con la primera definición (sensación de alerta o angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario) no todos los miedos son malos, algunos nos permiten reaccionar a tiempo ante una situación de peligro inminente. Esta categoría de miedo útil no es de lo que estamos hablando en este estudio. Notemos, sin embargo, que la definición presupone la posibilidad de un peligro. Partiendo de esta premisa, es lógico pensar que el miedo es una sensación perfectamente normal y común, pues vivimos en un mundo bastante peligroso, pero no siempre fue así.


La primera referencia al miedo en la Escritura se halla en Génesis 3:10, donde encontramos el relato de la caída de Adán. Justo después de desobedecer a Jehová comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva escucharon la voz del Señor que se paseaba en el huerto (como de costumbre), y ¿Cuál fue su reacción? Ellos sintieron miedo! Hasta ese momento no encontramos que existiera motivo alguno para temer, no existía la posibilidad de un peligro. El hombre pudo estudiar y reconocer el mundo que le rodeaba, dar nombre a los animales, e inclusive ejercer el dominio y autoridad delegados por Dios, sin sentir miedo; pero en cuanto entró en escena el pecado, el mismo hombre corrió a esconderse.


No somos capaces de comprender exactamente cómo y cuánto afectó el pecado a nuestro mundo físico. Algunos estudiosos especulan que Adán y Eva pudieron haber perdido una especie de cobertura o característica física con la que fueron inicialmente dotados, y que perdieron al momento de su desobediencia. De cualquier manera, su respuesta a la pregunta de Dios, nos permite ver que inmediatamente se sintieron culpables y vulnerables (desnudos) por lo que habían hecho: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Ellos sintieron miedo de Dios, pero este miedo no fue una sensación positiva, fue más bien una señal de desconexión espiritual, un fallo fatal en la comunicación entre Dios y el hombre.


La Escritura nos habla de un miedo muy positivo, que nos permite tomar buenas decisiones y alejarnos del pecado; este es el temor de Dios. El temor de Dios, es el respeto reverente que nos motiva a servirle y obedecerle porque sabemos que, tarde o temprano, daremos cuenta de nuestras acciones delante de Él. Es el reconocimiento de su omnipotencia, su soberanía y justicia, de la omnisciencia de Dios. La persona que es temerosa de Dios es alguien que se comporta en consecuencia con ese conocimiento (se nota que este no fue el temor que sintieron Adán y Eva en el huerto). En contraste con este sano temor, encontramos el miedo satánico que nos motiva a escapar de nuestras responsabilidades, escondernos de la presencia de Jehová, y dudar de sus buenas intenciones.


La segunda definición de miedo (sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea) lo sitúa exactamente al lado opuesto de la balanza con la fe. Hebreos 11:1 dice que la fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos (DHH). Así que la fe y el miedo apuestan a equipos contrarios; usted puede tomar uno y multiplicarlo por -1 para obtener exactamente el otro. Usted puede tomar el concepto de la fe y hacer exactamente lo opuesto para encontrar el concepto del miedo, y viceversa.


Cuando usted y yo operamos bajo la tiranía del miedo, estamos cometiendo pecado, porque todo lo que no proviene de fe, es pecado (Romanos 14:23). No estoy diciendo que es pecado sentir miedo, pero cuando el enemigo logra que usted se mueva en temor, le está sacando fuera del plan de Dios, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Dios quiere que usted y yo nos movamos en dimensiones espirituales de fe y obediencia, no en la frecuencia satánica del miedo. También podemos decir que el miedo es un juego de distracción. Veamos qué dice 1 Pedro 5:8, Tengan cuidado y estén siempre alertas, pues su enemigo, el diablo, anda como león rugiente buscando a quién devorar (NBV).


Estimado lector, le aseguro que no hay muchos animales que cazan rugiendo, de hecho, los depredadores más sofisticados saben cómo darle seguimiento silencioso a sus víctimas, hasta que encuentran el momento perfecto para abalanzarse sobre ellas. Entonces ¿Por qué rugen los leones? Los expertos han llegado a la conclusión de que una de las razones fundamentales por las que los leones rugen es para marcar su territorio, y para intimidar a cualquier macho joven que haya podido entrar en él. El sonido de su rugido es claramente amenazador; tan profundo que puede escucharse a varios kilómetros de distancia. Tarde o temprano, a pesar de las amenazas, algún león joven de otra manada se atreverá a desafiarlo cara a cara, y ocupará su lugar como líder de la manada, logrando matarlo y exterminar con él a toda su descendencia.


No hay duda que Satanás y sus secuaces saben como usar la estrategia del miedo y jugar el juego de la intimidación contra nosotros, pero eso no significa que él tenga la ventaja. El Salmo 91:13 dice: Sobre el león y la cobra pisarás; hollarás al cachorro de león y a la serpiente (LBLA). Hay muchas historias bíblicas que ilustran este principio, como la historia de David y Goliat.


La escritura dice que Goliat era un filisteo de gran estatura y vasta experiencia militar, que desafiaba al ejército de Israel cada día, dejándolo en vergüenza, pero ninguno se atrevía a enfrentarlo, porque el miedo se había apoderado de ellos; sin embargo, al llegar David al campo de batalla, se sintió enardecido y, siendo apenas un muchacho sin experiencia, estuvo dispuesto a enfrentarlo, porque decía: ¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? (...) Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo (1 Samuel 17). Sin duda David estaba mirando la situación desde una perspectiva TOTALMENTE diferente, por eso pudo derribar a Goliat con una sola piedra, usando la estrategia divina que había aprendido en los campos de pastoreo.


Siempre que somos invadidos por el miedo, necesitamos preguntarnos si estamos mirando la situación desde una perspectiva correcta. El profeta Isaías nos aclara cuál es esa perspectiva, cuando escribe: Ten por santo en tu vida al Señor de los Ejércitos Celestiales; él es a quien debes temer. Él es quien te debería hacer temblar (8:13 NTV). Jesús dijo: No teman a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden tocar el alma. Sólo teman a Dios, que es el único que puede destruir alma y cuerpo en el infierno (Mateo 10:28 NBV).


Hemos dicho que el miedo es una estrategia de distracción e intimidación del enemigo, pero también es una trampa que nos hace tomar malas decisiones. No permita que el miedo se convierta en su motivación, pues Proverbios 29:25 dice: El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el Señor estará seguro (LBLA).


El temor puede ser una señal de que algo anda mal con nosotros, ya que normalmente la Escritura habla de él como un instrumento de juicio, que está destinado para los enemigos de Jehová. Una de las maldiciones por la desobediencia que se mencionan en Deuteronomio 28:28 es la turbación de espíritu, que es una especie de pánico o confusión mental. Me encanta como lo dice Proverbios 28:1: El malvado huye sin que nadie lo persiga, mas los justos están confiados como un león (LBLA).


Ahora, es posible que usted piense: Bueno, debe haber algo malo conmigo, porque yo no me siento tan seguro; de hecho, estoy más del lado de la turbación... Bien, si es así, por favor, no se desanime. Es momento de identificar la raíz de ese miedo, y comenzar a trabajar en ella. Es normal que una persona sienta cierto temor razonable cuando se encuentra sometida a una situación estresante. El mismo David, que derribó al gigante, dijo: Cuando tengo miedo, confío en ti (Salmo 56:3); pero si su miedo no entra en la categoría de lo razonable, es muy probable que se encuentre en la categoría de turbación mental, y eso implica que hay una semilla de transgresión (pecado) que usted o alguien más sembró en su vida. En este punto es donde debemos recordar todo lo que hemos hablado anteriormente sobre el espíritu de rechazo.

¿Qué relación existe entre el miedo y el rechazo? El miedo tiene mucho que ver con las experiencias vividas. Cualquier persona que ha sido mordida por un perro tiene tendencia a pensar que todo perro representa una amenaza para su seguridad. Si usted ha sido asaltado, es posible que no vuelva a salir solo de noche, al menos por un tiempo. Muchas personas nunca vuelven a conducir después de sufrir un accidente serio.


Recuerdo una experiencia que tuve cuando recién llegaba a USA. Yo estaba embarazada y, para ayudar a pasar el tiempo, me había inscrito en un curso comunitario de Contabilidad, que se impartía durante la noche en una escuela secundaria. Recuerdo que terminé mi práctica y salí al baño. Gracias a Dios que volví rápidamente al aula, porque al instante alguien pasó dando el aviso de que había un código de peligro en el área escolar, y que las aulas debían cerrarse desde afuera. Poco después nos enteramos de que se había reportado a un individuo armado dentro del perímetro de la escuela, y claro, no se sabía con exactitud qué había sido de él. Recuerdo que vinieron algunos policías que nos escoltaron, un grupo a la vez, al primer piso, donde nos reunieron a todos en el área de la dirección.


Fue como vivir una escena de una película de acción, salvo por la acción (Gracias a Dios!). En ese entonces yo no tenía conocimiento de lo que era un tiroteo en una escuela de los EU, ni me lo podía imaginar. Así que yo estaba un poco alerta, pero más bien tranquila; especialmente porque uno de los oficiales, viendo mi estado, me tomó de la mano. Con su mano derecha sostenía un arma, y con la izquierda me sostenía a mí, o eso creía... Su mano estaba fría, temblorosa, y sudorosa como un sapo. Esa noche no hubo disparos, la persona reportada había sido vista en las áreas verdes y aparentemente nunca entró al edificio; pero a una de mis compañeras le dio un ataque de pánico tal que estuvimos muy cerca de sufrir una fatalidad.


Cuando pienso en la mano sudorosa del oficial de policía, o en los temblores involuntarios de mi compañera de clase, entiendo que había algo en ambos que no estaba en el resto de nosotros ( y éramos muchos). Sólo se me ocurre pensar que ellos ya habían experimentado una situación similar en el pasado, y por esa razón, no podían evitar el sobre-reaccionar a esta aparente amenaza, aún cuando sus sentidos naturales no llegaron a percibir un peligro real. Su tolerancia para el miedo había disminuido mucho, y ahora estaban fuera de control.


Te cuento esta historia porque sé que hay muchas personas en esta situación, personas que tienen una mínima tolerancia al miedo, personas que pierden fácilmente el control y ni siquiera comprenden el porqué. El apóstol Juan escribió: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor (1 Juan 4:18). Cuando tienes temor en tu vida, a menudo encontrarás que existe una raíz de rechazo en el pasado (Para profundizar en este tema, puedes volver a escuchar los primeros estudios de esta serie #2 y #3).


Recuerdo que hubo una etapa de mi vida cuando todas mis oraciones sonaban así: Padre, tengo miedo. Yo había pasado por una experiencia difícil, y debido a esa experiencia, mi percepción de Dios cambió mucho. Sin darme cuenta, caí en una actitud de constante rebeldía y quejas. Me costaba abrir mi boca para adorarle. En lugar de alabanza, yo tenía preguntas, reproches, y tristeza. Comprendía que una parte de mí estaba resentida, pero en el fondo, yo no entendía por qué me resultaba tan difícil aceptar la sucedido y dejarlo en el pasado. Simplemente yo no podía superarlo.


Un día, mirando un video en internet, me encontré con un pastor que oraba con una persona en el teléfono. Él comenzó a darle instrucciones y luego me dí cuenta de que estaba ministrándole liberación de demonios en el nombre de Jesús. La voz del chico al otro lado de la línea se escuchaba entrecortada, hasta que comenzó a vomitar, y estuvo batallando por algún tiempo antes de poder recuperarse. Esa fue la primera vez que yo escuchaba una liberación tan poderosa, y a control remoto!

Recuerdo que pasaron unos días antes de que mi Padre Celestial me ministrara a mí su propia versión de una liberación a control remoto.


En mi sueño yo me encontré vomitando una especie de trapo gris, extremadamente largo, torcido y sucio. Mientras más trapo salía de mi boca, más sorprendida quedaba yo, y más quedaba por salir. Al despertar esa mañana, todo mi resentimiento se había