En el estudio anterior dimos una introducción al tema de sanidad interior: Lidiando con el espíritu de Rechazo. Esta serie ha sido pensada y desarrollada a partir del libro Destruyendo el Espíritu de Rechazo de John Eckhardt, excelente material, cuya lectura recomendamos, y al que también iremos añadiendo algunos comentarios de inspiración personal y un aún más amplio respaldo bíblico, a medida que vayamos avanzando con la dirección del Espíritu Santo.
Bien, comencemos preguntando: ¿Está usted luchando con el espíritu de rechazo? Sé que la respuesta inmediata que vendrá a su mente, en la mayoría de los casos, será negativa. Lo sé porque la verdad es que no siempre somos conscientes de que tenemos este problema. Una vez que pasamos esos años críticos de la niñez y la adolescencia, nuestra manera de pensar cambia y tendemos a pensar que hemos dejado atrás el rechazo y ya no somos tan vulnerables como antes.
Es normal que así sea, sin embargo, como hablamos en el estudio anterior, las secuelas y síntomas de un problema de rechazo no desaparecen con los años, se quedan ahí, y más bien tienden a camuflarse para complicarnos la existencia. De hecho, la mayoría de las personas adultas que batallan con un espíritu de rechazo, ni siquiera se dan cuenta. Ellos son a menudo gente autosuficiente, con apariencia de fortaleza emocional, que dicen no necesitar a nadie más. Otras veces son personas especialmente cautelosas y desconfiadas, que huyen del compromiso y prefieren las relaciones superficiales de bajo riesgo, cuando en el fondo, temen bajar la guardia y salir lastimadas.
Lo que estos dos tipos de personas tienen en común es un problema de rechazo, que se manifiesta como temor u orgullo. En casos extremos, un espíritu de rechazo puede dar paso a trastornos psicológicos más serios en los que alguien desarrolla lo que los expertos llaman múltiples personalidades.
A menudo, un espíritu de rechazo trabaja en equipo con rebeldía y amargura para evitar que la persona logre experimentar la estabilidad y madurez emocional que Dios quiere que alcance en su vida. En su lugar, siempre habrá un fuerte sentimiento de inseguridad, dolor, y desconfianza que no le permitirá avanzar. Como dice Santiago 1:8, el hombre de doble ánimo es inestable en todo lo que hace.
Está claro que el problema del rechazo es además contagioso, es decir, aquellos que han sido afectados tienden a afectar a otros, formando un ciclo interminable de rechazo y heridas emocionales. Las Escrituras hablan sobre el poder altamente contaminante de una raíz de amargura, en Hebreos 12:15.
Ahora que sabemos cuáles son algunos de los síntomas más frecuentes del rechazo, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo comienza todo? ¿Cómo entra el espíritu de rechazo? Antes de seguir adelante con la respuesta concreta a estas preguntas, quiero hacer una acotación. Es importante que tomemos en cuenta lo que dijo Jesús en Juan 10:1-2, Ciertamente les aseguro que el que no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa y se mete por otro lado, es un ladrón y un bandido... (NVI).
Es necesario que entendamos que, la mayor parte del tiempo, el enemigo de nuestras almas no entra por la puerta, es decir, no entra con una invitación formal o con absoluta legalidad. Sabemos que el Espíritu Santo entra por la puerta y Jesús entra por la puerta, pues él dijo: Yo estoy siempre a la puerta y llamo. Si alguno abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos (Apocalipsis 3:20).
Si usted quiere ser lleno del Espíritu Santo, necesita primeramente invitarlo a entrar en su vida y tomar el control de sus sentimientos, actitudes y emociones, pero el enemigo no funciona de esa manera. Él es un ladrón y un bandido que espera la ocasión para colarse en su casa espiritual, que es el alma, a través de alguna brecha o acceso desprotegido en medio de la noche, es decir, de forma silenciosa y muy sutil, o inclusive forzando alguna ventana, o trepando por encima de una cerca sin vigilancia, para causar caos y tomar lo que no le pertenece.
Dicho esto, usted nunca debería esperar que el enemigo juegue limpio, es por eso que el espíritu de rechazo se aprovecha de las circunstancias más desafortunadas y fuera de su control, que pueden darse principalmente durante los primeros meses y años de vida. Como dice un conocido: No es justo, pero es así. El autor del Libro Destruyendo el Espíritu de Rechazo dedica su primer capítulo a describir un número de factores y sucesos desafortunados que pueden constituir una ventana abierta a través de la cual una persona puede convertirse en víctima de este espíritu. Conocer sobre la existencia de estas puertas de entrada al enemigo, puede ayudarnos a explicar porqué algunas personas parecen más vulnerables que otras a esta clase de ataques, y nos permite discernir la raíz del problema, en lugar de enfocarnos solamente en los síntomas.
Una primera gran categoría de 'puertas abiertas' es la que abarca sucesos de rechazo desde el vientre materno. Estos eventos incluyen casos de maldiciones generacionales, bebés no deseados, ilegítimos, dados en adopción, abandonados, nacidos fuera del vínculo matrimonial, como resultado de una violación, o de relaciones antinaturales o perversas. Una forma bastante común de rechazo se da cuando los padres prefieren un sexo específico y se sienten defraudados de que la criatura venga con el sexo opuesto. Por ejemplo, en ciertas culturas los niños varones se consideran una bendición, mientras que las niñas muchas veces son percibidas como una carga para la familia.
La experiencia misma del nacimiento, así como el vínculo madre-hijo que se establece enseguida después del nacimiento, puede hacer toda la diferencia entre un bebé que se siente amado y recibido, y otro que se siente abandonado y rechazado.
Una segunda categoría de 'puertas abiertas' abarca los casos de rechazo generacional. Es esta clasificación encontramos padres que luchan con el rechazo debido a diferentes circunstancias como las anteriores, divorcio, maltrato, o separaciones dolorosas, que terminan transmitiendo rechazo consciente o inconscientemente a sus propios hijos. En este caso entran esos padres particularmente fríos, poco expresivos, o incapaces de dar contacto físico, menos emocional, pero que ha menudo intentan compensar esta falta de cariño con regalos y atenciones materiales excesivas.
Mientras que algunos niños que crecen rodeados de incentivos materiales, aún pueden sentirse inseguros y desatendidos por sus padres, otros que experimentan escasez y toda clase de privaciones materiales, también pueden heredar una sensación constante de temor, insatisfacción, frustración, o vergüenza. Otras circunstancias como el abandono físico o percibido de uno o ambos padres, el abuso físico o emocional dentro de la familia, la negligencia excesiva, o el perfeccionismo y exigencia extrema, también tienden a producir problemas de rechazo en los pequeños. Condiciones desafortunadas o traumáticas como la muerte de uno o ambos padres, los defectos o enfermedades congénitos, cualquier discapacidad o limitación física, así como el estar constantemente sometido a un ambiente de discriminación y bullying, pueden convertirse en caldo de cultivo para este espíritu.
Otras formas en las que el rechazo puede penetrar en nuestras vidas son: a través de relaciones disfuncionales entre los padres (resentimiento, abuso, o adicción), a través de la relación padre-hijo, o la relación entre hermanos, dentro de la familia. El enemigo también puede aprovecharse de accidentes, enfermedades, o cualquier evento o experiencia traumática del pasado. Para algunos grupos étnicos en particular, el tema del rechazo es clave, debido al componente cultural y racial que forma parte de su historia reciente. Sucesos igualmente importantes que tienen lugar durante los años adultos abarcan: fracaso en las relaciones, abandono o divorcio, problemas de salud o discapacidad, desempleo prevalente, inestabilidad financiera, fuertes pérdidas económicas, entre otros factores.
Muy a menudo, un problema de rechazo se hace acompañar de otros similares como: orgullo, miedo, inseguridad, depresión, baja autoestima, mentalidad de víctima, o de pobreza, y ataques de ira. Evidentemente, nunca es la voluntad de Dios que vivamos en casa con este grupo. Como hemos dicho antes, en Jesús hemos sido 'honrados y altamente favorecidos' y Él anhela trabajar con nuestras vidas para que podamos llegar a ser completamente libres de estos ataques. El comienzo de este proceso de liberación y restauración consiste en reconocer y aceptar que tenemos un problema.
Al final de este estudio, quiero darte un ejemplo bíblico sobre el cual podemos leer en el libro de Génesis 25:21-26:
Isaac rogó al Señor a favor de su esposa, porque ella no podía tener hijos. El Señor contestó la oración de Isaac, y Rebeca quedó embarazada de mellizos. Pero los dos niños luchaban entre sí dentro de su vientre. Así que ella consultó al Señor:
—¿Por qué me pasa esto?—preguntó.
Y el Señor le dijo:
—Los hijos que llevas en tu vientre llegarán a ser dos naciones, y desde el principio las dos naciones serán rivales. Una nación será más fuerte que la otra; y tu hijo mayor servirá a tu hijo menor.
Cuando le llegó el momento de dar a luz, ¡Rebeca comprobó que de verdad tenía mellizos! El primero en nacer era muy rojizo y estaba cubierto de mucho vello, como con un abrigo de piel; por eso lo llamaron Esaú. Después nació el otro mellizo, agarrando con la mano el talón de Esaú; por eso lo llamaron Jacob.
Según el v. 22, ya dentro del vientre, existían una aparente rivalidad entre estos dos hermanos. El término original parece indicar que ambos bebés de oprimían y aplastaban mutuamente. Cuando Raquel, preocupada, consulta a Jehová sobre el asunto, ella recibe una profecía de que el hijo menor en realidad llegaría a ser más fuerte y poderoso que su hermano mayor, una predicción contraria al consenso cultural de la época, en el que todo hijo mayor heredaba mayor fortuna y honor que sus hermanos menores.
Durante el nacimiento de los mellizos, algo inusual sucedió: el segundo en nacer tenía su mano pegada al calcañar del primero. Debido a esta aparente señal, el menor fue llamado Jacob, que significa 'uno que agarra el calcañar' o 'uno que suplanta'. ¿Cómo se siente un niño que ha sido llamado el engañador de la familia, justo al comienzo de su vida? La Escritura cuenta la historia de como Jacob creció para honrar su nombre y se convirtió en un verdadero maestro del engaño.
Si bien Jacob era consciente de que su destino profético era el de superar a su hermano, Esaú, también es cierto que hizo todo lo humanamente posible por lograrlo a base de mentiras y artimañas. Primero, consiguió convencer a su hermano de que le vendiera su primogenitura por un plato de lentejas en un momento de humana debilidad, y luego se hizo pasar por él para engañar a su anciano padre y lograr la bendición del hijo mayor.
Jacob huye de casa para escapar del deseo de venganza de su atribulado hermano, Esaú, y logra llegar a la propiedad de su tío Labán, pero aún allí la maldición de su nombre lo persigue, el engañador se convierte en engañado, y Dios comienza a obrar en su vida a través de diferentes circunstancias para producir la transformación que necesita. Luego vemos que llega el momento cumbre del proceso de Jacob, cuando de camino al reencuentro con su hermano, un misterioso personaje le presenta oposición durante toda la noche.
Durante esta experiencia con el Cristo pre-encarnado, Jacob recibe una nueva identidad en la forma de un nombre nuevo: Israel. En lo adelante ya no será conocido como el embaucador de la familia, sino como un verdadero guerrero espiritual. Ya no intentará acceder a su destino profético a través del engaño, sino que legítimamente ha conseguido la bendición de Abraham en el campo de batalla espiritual, y hasta tiene una herida de guerra que lo hace cojear.
Doy gracias al Espíritu Santo por mostrarme esta palabra: Al igual que Jacob, tú y yo tenemos ciertas batallas espirituales por delante. Estas batallas nos esperan en el camino porque Dios quiere liberarnos de aquellas ataduras y cárceles espirituales que nos han retenido por años, y revelarnos una nuestra nueva identidad en Cristo. Claro que hay muchos cristianos que prefieren dejar las cosas como están, y no ahondar demasiado en las heridas del pasado. Esos cristianos no podrán experimentar libertad, ni pasar a una nueva etapa de sus vidas; sin embargo, para los valientes que estén dispuestos a perseverar toda la noche y no rendirse hasta la mañana, esta batalla espiritual representa el acceso legal a su destino profético.
Créeme, la persona que Dios quiere hacer de ti se encuentra al otro lado de esta batalla con el espíritu del rechazo. Aún queda un largo camino por recorrer, pero sólo por ahora, permíteme preguntarte como a Jacob: ¿Cómo te llamas?
Comments