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Levítico 23: La Pascua del Señor

En el mes primero, a los catorce días del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová.

(Levítico 23:5)


En el capítulo 23 del libro de Levítico, el Señor le habló a Moisés para instruirle acerca de las siete santas convocaciones o fiestas solemnes que su pueblo debía guardar cada año. En nuestro último estudio bíblico hablamos de forma introductoria de las primeras tres fiestas, o fiestas de Primavera, y de cómo estas corresponden simbólicamente con los eventos en la semana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En el estudio de esta semana, profundizaremos en la primera de las tres celebraciones de Primavera, la Pascua del Señor.


De las siete fiestas anuales que se mencionan en el libro de Levítico, la Pascua es la primera. No sólo porque así lo sugiere el orden de este estudio, tampoco porque es la primera en el calendario hebreo, sino simplemente por instrucción directa del Señor (Éxodo 12:1-2). Así que, mientras que el año civil comienza con la Fiesta de las Trompetas, que coincide con el mes de septiembre en nuestro calendario, el año religioso judío comienza con la Pascua, a finales de marzo principios de abril.


Es interesante que Dios escogiera esta celebración para ser la primera de todas las demás, quizá porque la Pascua fue la primera fiesta solemne establecida para el pueblo de Israel cuando aún era esclavo en Egipto, y precisamente es esta celebración la que marca el surgimiento de la nación de Israel. Lo cierto es que, tanto para ellos como para nosotros, la Pascua representa redención.


Jehová, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, se había revelado a Moisés, dándole una promesa de redención para su pueblo: “Yo soy el Señor, y los sacaré de debajo de las cargas de los egipcios. Los libraré de su esclavitud, y los redimiré con brazo extendido y con grandes juicios (Éxodo 6:6). Así que al final de diez grandes y dolorosos juicios en forma de plagas, que cayeron sucesivamente sobre toda la nación de Egipto, sus ídolos, su tierra, sus aguas, sus cultivos y animales productivos, durante aproximadamente un año completo, los hebreos lograron librarse de Faraón y salieron camino al desierto, para encontrar a Dios allí, y continuar su viaje hacia la Tierra Prometida.


En la Biblia, se habla de redención como el rescate que tiene lugar mediante el pago de un determinado precio. Este término se utilizaba para indicar la facultad legal que tenía una persona de recuperar un terreno, una propiedad, una herencia, la libertad, o inclusive, la propia vida, si era capaz de pagar la suma de dinero establecida por la ley. Cuando la persona en cuestión, no estaba en condiciones de pagar esta cantidad, la ley establecía que el pariente más cercano pudiera intervenir para pagar el rescate. En este caso, al pariente se le daba el nombre de pariente redentor, ya que podía ejercer su derecho para salvar la vida, o recuperar la propiedad del primero.


Ahora que hemos definido lo que significa redención, podemos comprender mejor por qué en las Escrituras Jehová se hace llamar el Redentor de Israel, como en Isaías 43:1, donde dice: Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, Y el que te formó, oh Israel: «No temas, porque Yo te he redimido, Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú (NBLA). El Señor cumplió su promesa de rescatar a Israel de Egipto con brazo extendido y grandes juicios, y le dio una identidad propia, para que fuese su pueblo escogido, pero ¿Cuál fue el precio de rescate? La respuesta a esta pregunta se encuentra impresa en el relato de la Primera Pascua, que encontramos en el capítulo 12 del Libro de Éxodo.


Para comprender mejor el contexto, comencemos en el capítulo 11:4-8 (NBV), que dice:


Moisés, pues, le dijo al faraón: «El Señor dice: “A medianoche pasaré por Egipto, y morirán todos los hijos mayores de todas las familias de Egipto, desde el primogénito del faraón hasta el primogénito de la esclava que trabaja en el molino; y también morirá toda primera cría de animal.

El llanto por la muerte de los primogénitos resonará por todo Egipto. Jamás antes ha habido una angustia similar, y jamás se volverá a ver nada semejante. Pero ni siquiera un perro gemirá por la muerte de uno de los nuestros, pues ni personas ni animales morirán entre el pueblo de Israel.


Así sabrán ustedes que el Señor hace distinción entre egipcios e israelitas. Todos tus funcionarios vendrán corriendo a mí, e inclinándose me suplicarán que me vaya con todo el pueblo. Entonces saldré y me llevaré a todo el pueblo de Israel”».


Moisés se presentó ante Faraón para advertirle que si no dejaba ir a los hebreos, el Señor heriría a todas las familias de Egipto con la peor de todas las plagas: la muerte de los hijos mayores. Sin embargo, aunque toda la tierra de Egipto gemiría de dolor esa noche, el Señor haría distinción entre ellos y los esclavos hebreos, en que estos últimos serían milagrosamente preservados. El siguiente capítulo explica en detalle en qué exactamente consistiría esta distinción.


Éxodo 12:21-23

Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Vayan y tomen corderos del rebaño, uno por cada familia, según el número de personas que la componen; y maten el cordero, para que celebren la Pascua.

Recojan la sangre del cordero en una vasija, tomen una rama de hisopo, mójenla en la sangre del cordero y unten la sangre en los postes de la puerta y el travesaño. ¡Que nadie salga de su casa en toda la noche!

El Señor pasará por Egipto y dará muerte a los egipcios; pero cuando vea la sangre sobre el travesaño de la puerta y sobre los dos postes, pasará de largo y no permitirá que el destructor entre a matar a sus hijos.


El Señor había provisto un rescate para su pueblo, pero aún había algo que ellos debían hacer: ellos debían sacrificar un corderito por familia, y aplicar parte de su sangre en los postes y el dintel de las puertas de sus casas, al interior de las cuales debían permanecer toda aquella fatídica noche. El v. 13 dice que la sangre en los postes y en las puertas serviría como una señal, un testimonio, o prueba de su obediencia, por lo que el Señor, al ver la sangre, pasaría de largo, y los hijos mayores salvarían sus vidas.


Justamente esta frase, pasar de largo, se encuentra en el mismo centro del significado simbólico y literal de la Pascua, pues la palabra hebrea pesach, al igual que su traducción al inglés, passover, significa precisamente pasar de largo, pasar por alto, ó saltarse algo. Gracias a que el Señor pasó de largo las casas de los hebreos aquella noche, el pueblo de Israel recibió instrucciones de lo que debían hacer cada año, para rememorar el día de su redención, es decir, la Pascua. Estas instrucciones eran muy específicas y se encuentran mayormente descritas en el capítulo 12 del libro de Éxodo, por lo que en el libro de Levítico sólo encontramos una breve mención a esta fiesta, diciendo que la Pascua debía celebrarse el día 14 del mes, entre las dos tardes. Si recordamos lo que ya hemos establecido en estudios anteriores, que el día hebreo se mide desde la puesta del sol hasta la siguiente puesta del sol, comprenderemos mejor lo que esta frase significa: un día completo.


Esta información es importante porque nos permite ubicar en el tiempo exacto establecido para la celebración de la Pascua, otro acontecimiento: la pasión y muerte por crucifixión de Cristo, el Cordero de Dios! La Escritura nos dice que la noche que Jesús fue entregado, él acababa de celebrar la Pascua con sus discípulos. A partir de ese momento, que se conoce históricamente como la Última Cena, los acontecimientos que condujeron a su muerte, se sucedieron rápidamente, de tal forma que al caer la tarde del siguiente día, su cuerpo sin vida ya había sido puesto en una tumba, cerca del lugar de su ejecución. En otras palabras, Jesús padeció entre las dos tardes, dando cumplimiento al aspecto simbólico y profético de la Pascua.


En realidad, no es casualidad que Jesús fuera crucificado en esta fecha tan significativa, en lugar de ello, encontramos pistas en los evangelios que sugieren que el Señor conocía con antelación cual era su tiempo, y varias veces evitó que los acontecimientos se precipitaran antes del tiempo señalado; sin embargo, a medida que la Pascua se acercaba, Jesús entendió que su hora había llegado (Juan 13:1) para subir a Jerusalén y entregar su vida. En su carta a los Gálatas 4:3-5 (NBV), el apóstol Pablo explica por qué Jesús tuvo que padecer en el día establecido por la ley:

Gálatas 4:3-5

Así nos pasaba a nosotros. Cuando éramos menores de edad, éramos esclavos de los poderes que controlan el mundo. Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, a fin de comprar nuestra libertad, ya que éramos esclavos de la ley, y así adoptarnos como hijos suyos.


Jesús padeció durante la Pascua porque ese era el único día, y la hora precisa, en que cada año se sacrificaba el cordero de la redención, y él había venido para dar cumplimiento a la ley y tomar ese lugar, como verdadero Cordero Redentor. Nuestra redención en Cristo significa que él pagó el precio de nuestra libertad! Dios ya pagó el precio para que usted y yo podamos ser desligados de toda herencia de pecado y toda ligadura espiritual de tinieblas, pero la única forma en que podemos acceder a esta libertad, es a través de nuestra unión con Cristo. Cuando permanecemos unidos a Cristo, podemos tener la confianza de que no sufriremos la ira de Dios, sino que seremos sobrenaturalmente preservados por la señal de la sangre sobre nuestras vidas.


Ahora, desgraciadamente, mucha gente entiende esto, pero no comprende lo que voy a decir a continuación: La redención no es un fin en sí misma, sólo es el un comienzo. Alguien que ha sido rescatado de una situación de inminente peligro, es llevado lejos, donde pueda estar a salvo. Dios no nos redimió para que permaneciéramos en el sistema del mundo, esclavos de los poderes espirituales que lo gobiernan, atados a costumbres y hábitos pecaminosos que conducen a muerte y destrucción; su propósito es romper las cadenas espirituales del pecado, trasladarnos inmediatamente al reino de su amado Hijo, y darnos una nueva identidad: la identidad de hijos. Es a partir de ese momento, que usted y yo comenzamos a caminar en la vida cristiana, creciendo y abundando cada vez más en el poder del Espíritu Santo.


Dicho de otro modo, la redención comienza con un acto de fe, pero no termina ahí. Pienso que hemos caído en el error de enfocarnos tanto en la fe salvadora, que nos hemos olvidado del propósito por el que fuimos salvados. Los israelitas untaron la sangre en los postes de sus puertas, e inmediatamente se dispusieron a comer la cena de Pascua. Esa noche Moisés les había dicho: Ya no hay tiempo que perder. En la mañana será el gran día! Coman rápidamente. Cada uno vestido, calzado, y listo para salir! Así que, en un acto de estricta obediencia y fe, en medio del más absoluto caos, las familias israelitas comieron apresuradamente el cordero, acompañado de pan sin levadura y hierbas amargas. Mientras comían, había en sus corazones un sentido de reverencia y expectación. Reverencia porque fueron testigos de los terribles juicios de Dios, y expectación porque les esperaba un largo viaje.


Éxodo 12:11

Comerán con la ropa y el calzado puestos, como si estuvieran listos para emprender un largo viaje, y con el bordón en la mano. Comerán apresuradamente. Esta fiesta es la Pascua en honor al Señor.

No es casualidad que Dios haya dado instrucciones para una cena apresurada. Si continuamos leyendo este capítulo, encontraremos que el cordero de la Pascua debía consumirse totalmente en un mismo día, nada podía guardarse para el día siguiente. Esta es una imágen profética de lo que sucedió inmediatamente después de las 3 de la tarde, el día de la crucifixión de Señor. Ya que era la víspera del shabbat alto, es decir, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura (aunque era en realidad el segundo día en que se comía pan sin levadura, contando la Pascua), las autoridades se apresuraron a quebrar las piernas de los condenados para asegurarse de que los cuerpos no quedarían expuestos hasta la puesta del sol. Al acercarse a Jesús, sin embargo, hallaron que ya estaba muerto, así que no quebraron ninguno de sus huesos, sino que traspasaron su costado con una lanza (Juan 19:31-37). El evangelio de Juan aporta algunos detalles exclusivos sobre la preparación del cuerpo y la sepultura en una tumba cercana al lugar de su muerte.


Juan 19:38-42

Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.

También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.

Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.


Se da cuenta? El cuerpo de Jesús no quedó expuesto sobre el madero más que unas pocas horas, el día de la Pascua, después de eso, él se levantó victorioso de la muerte! Dios dijo: Nada dejarán de él para la mañana (Exodo 12:10). Si usted es un cristiano que adora una imágen de Jesús colgado de una cruz, es necesario que entienda que este no es el Cristo de la Biblia. El Cristo de la Biblia no quedó colgado, él venció la muerte! Usted debe escuchar esta palabra: Nada dejareis hasta la mañana!


Un aspecto muy interesante de la Pascua es que nos recuerda que debemos estar siempre listos para salir y dejar. En los años siguientes, de camino por el desierto, los israelitas demostrarían que es más fácil salir de Egipto, que dejarlo. Una y otra vez, su imaginación evocaba imágenes del pasado en Egipto, de modo que no podían moverse libremente hacia adelante. Esta gente tenía una conexión emocional tan fuerte con el pasado, que terminaron desperdiciendo 40 años en el camino hacia la tierra prometida!


La Pascua nos enseña que uno es el lugar de donde Dios nos recata, y otro a donde quiere llevarnos. Mientras usted se detiene a lamentarse sobre las ollas de carne en Egipto, y las enormes cebollas moradas, otro sigue cultivando su tierra hacia adelante. Usted nunca debería ceder a la tentación de volver atrás. Sólo mire hacia adelante, o terminará perdiendo el rumbo!


Estimado oyente, al final de este breve estudio sobre la Pascua, me gustaría preguntarle: Está usted listo para moverse hacia adelante con Cristo? Recuerda esto: La redención nos encuentra en una condición de profunda dependencia al pecado, pero jamás nos dejará permanecer ahí.


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