Los 144,000 Sellados y el Remanente de Israel
Actualizado: 19 ago
Este puñado tan pequeño se multiplicará por mil; este pequeño número será una gran nación. Yo soy el Señor, yo haré que se realice pronto, a su debido tiempo.
Isaías 60:22 DHH
¿Quiénes son los 144.000 sellados del Apocalipsis? ¿Qué información nos da la Biblia acerca de su verdadera identidad? ¿Son los 144.000 literales o simbólicos? ¿Serán ellos los únicos sobrevivientes de la persecución del AntiCristo y la Gran Tribulación? ¿Qué papel jugarán en los últimos tiempos y en el rapto de la Iglesia?
En nuestro último episodio comenzamos a hablar sobre algo que la Biblia llama el Remanente de Israel, y revisamos nuestra interpretación de la Parábola de las Diez Vírgenes en el evangelio de Mateo capítulo 25. La razón por la que hemos decidido tomar el camino largo para llegar a conclusiones con respecto a pasajes escatológicos relacionados con la Segunda Venida de Cristo, es porque nos permite ver un panorama más amplio y completo de estos temas a través de toda la Escritura. En otras palabras, ver la Biblia de principio a fin como un todo integrado, puede ayudarnos a discernir cuando una doctrina ó enseñanza está respaldada por la Escritura y cuando, por el contrario, es mayormente una teoría especulativa.
En el estudio bíblico de esta semana, le propongo comenzar en el libro de Apocalipsis, donde se nos habla de un grupo muy particular: Los 144,000 sellados de Israel! Partiendo de ahí, iremos hacia atrás en la Escritura para tratar de encontrar respuesta a las preguntas con las que abrimos. Ahora bien, antes de entrar a analizar algunos pasajes clave de Apocalipsis, quiero recordarle que estamos precisamente frente al género literario apocalíptico.

La literatura apocalíptica es un tipo de literatura antigua de origen judeo-cristiano que se caracteriza fundamentalmente por el uso de símbolos y metáforas complejas. Existe literatura apocalíptica dentro y fuera del Apocalipsis, dentro y fuera de la Biblia, inclusive en los escritos proféticos del Antiguo Testamento, pero si usted decide investigar un poco más sobre el tema, encontrará que siempre se trata de lenguaje figurado ó simbólico. No estoy diciendo que no deberíamos tomarnos en serio el libro de Apocalipsis; lo que digo es que no deberíamos interpretarlo de manera literal, como si fuera un libro histórico a doctrinal, simplemente porque no lo es!
El libro de Apocalipsis no está para instruirnos doctrinalmente, tampoco para aportar una narrativa exacta, ordenada y clara de los hechos. Su lenguaje es el lenguaje de los sueños, el lenguaje profético de las visiones y revelaciones, el cual está necesariamente envuelto en un cierto halo de misterio y subjetividad. Además, este es un género literario que nació de la cultura hebrea, y en la cultura hebrea cada letra y número acarrea un mensaje simbólico. Así que es imposible pensar que todas las cifras y cantidades del Apocalipsis son literales, especialmente cuando ni siquiera tienen una explicación lógica.
Mi recomendación es que nos acerquemos al Apocalipsis como quien experimenta un sueño ó trance profético, una sucesión de escenas e imágenes de algún modo interconectadas. No es como ver una serie de televisión, esto es algo substancialmente distinto, como una especie de experiencia mística a la que no podrá acceder con una mente natural ó demasiado analítica. El Espíritu Santo nos está mostrando algo, sí, pero es un mensaje proféticamente codificado. Nos toca a nosotros interpretar la visión y ¿cómo vamos a hacerlo? Lo haremos utilizando la clave que se halla en el resto de la Escritura. Siendo así, vayamos al capítulo 7 de Apocalipsis.
v.1
Después de esto... Hagamos un breve paréntesis para preguntarnos: ¿Después de qué? El apóstol Juan recibe la visión de los 144,000 justo después ó dentro del sexto sello, el cual nos habla del Gran Día de la Ira de Dios, entiéndase, las señales cósmicas que acompañarán a la aparición del Mesías. Ahora bien, usted y yo no deberíamos pensar que el libro de Apocalipsis nos está presentando el orden exacto en el que tendrán lugar las cosas (pues en los siguientes capítulos, volveremos atrás en el tiempo, mucho antes del Día del Señor) pero sí hay un orden lógico en el que se desarrollan las visiones.
Así que en el capítulo 6 encontramos una especie de panorama general de los eventos finales: Los Dolores de Parto del Mesías, la Gran Tribulación y el Día del Señor; entonces, el capítulo termina con una pregunta retórica: El gran día de Su ira ha llegado ¿Y quién podrá mantenerse en pie?(Apocalipsis 6:17 RVC). Evidentemente, la respuesta aquí es: Nadie! Nadie podrá mantenerse en pie, al menos no por mérito propio! Sin embargo, a causa de la misericordia y fidelidad de Dios, todavía queda en la Tierra un Remanente, el cual es revelado en el capítulo 7, y ellos serán sobrenaturalmente resguardados del castigo.
v. 1-3
Vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno, ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. También vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar: «No hagan daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Notemos como los cuatro primeros ángeles representan a los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Este detalle viene a confirmarnos que el juicio de Dios está a punto de caer sobre todo el planeta, pero antes de que estos juicios divinos sean derramados, un quinto ángel aparece en escena. Porque este último ángel viene del Oriente (de donde sale el Sol) podemos verlo como un precursor del Mesías, a quien el profeta Malaquías llama el Sol de Justicia:
Porque viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja; y el día que va a venir les prenderá fuego», dice el Señor de los ejércitos, «que no les dejará ni raíz ni rama. Pero para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el Sol de Justicia con la salud en sus alas... (Malaquías 4:1-2)
Mire cómo se resalta en este pasaje la doble implicación del Día del Señor, de la que ya hemos hablado en estudios anteriores: Por una parte el Sol de Justicia, que es Cristo, se levantará para prenderle fuego a los enemigos de Dios, pero por otra vendrá para sanar y restaurar a los que temen Su Nombre. Evidentemente sí habrá gente que tema a Dios en la Tierra para ese momento, y esa es la razón por la que aparece en escena un ángel con el sello del Dios vivo en la mano.
El sello representa autoridad delegada. Desde la antigüedad, los reyes, gobernantes, funcionarios gubernamentales y comerciantes prominentes, tienen sellos personalizados que utilizan para autenticar documentos, cartas y transacciones. Estos sellos a menudo se llevaban en forma de anillo con inscripciones ó imágenes que podían estamparse en una pequeña cantidad de arsilla, a fin de identificar claramente la propiedad de una persona ó entidad específica.
Ahora la Escritura nos habla de una protección especial que será otorgada a este Remanente fiel con vistas a la venida de Cristo, a fin de que ellos sean preservados y no destruidos juntamente con los impíos. Es importante aclarar aquí que no estamos hablando de lo que Jesús llama la gran tribulación ó de la persecución del gobierno del AntiCristo, porque esta persecución no proviene de Dios, sino del hombre y de Satanás; estamos hablando del Día del Señor.
En el libro del profeta Ezequiel, capítulo 9, encontramos un antecedente bíblico muy interesante. En esta visión, el profeta vé que seis personajes (presumiblemente angelicales) con armas de destrucción en las manos, venían del Norte y en el atrio del Templo, frente al umbral. Entre ellos había también un ser vestido de lino, que portaba una cartera de escribano en la cintura. Entonces, la gloria de Dios se levanta del Templo, y el Señor le da instrucciones al quinto ángel, diciendo: «Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los hombres que gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella».
Note cómo ambos pasajes nos hablan de una señal ó sello, puesto sobre la frente de la gente que teme a Dios. La palabra original que utiliza Ezequiel para describir esta señal es tav, la última letra del alfabeto hebreo, que en su forma pictográfica antigua se escribe como una cruz (t) y significa marca, señal ó pacto. Interesante, verdad? Aunque sólo estamos comenzando. En la tradición judía, la letra tav es conocida como la 'firma de Dios' y representa la verdad que será revelada cuando el Mesías venga. Otro detalle que me parece importante sobre esta letra es que se le concede una naturaleza dual: por una parte significa 'vida' y por la otra 'muerte'. Bueno, sé de alguien que murió en la cruz para darme vida!
Volvamos a nuestro pasaje de Ezequiel 9. Luego de instruir al último ángel, el Señor hizo caer juicio y gran mortandad sobre la ciudad, empezando por el Santuario, pero ¿Quiénes resultaron exentos de ese terrible juicio?
v. 5-6 frag.
Pero oí que a los otros les dijo: «Pasen por la ciudad en pos de él y hieran; no tenga piedad su ojo, no perdonen... hasta el exterminio, pero no toquen a ninguno sobre quien esté la señal...
No es de extrañrse que el propósito de la marca sea el mismo en Ezequiel y Apocalipsis. En ambos casos, todos los que reciben la marca son exentos del castigo divino. Otra cosa que aprendemos de Ezequiel es que no estamos hablando necesariamente de una señal visible al ojo humano, pero con toda seguridad una marca que cualquier ente espiritual pudiera distiguir. Continuemos leyendo para ver cuál fue la reacción del profeta al recibir su visión de la destrucción de Jerusalén.
v.8
Y salieron, y fueron hiriendo por la ciudad. Mientras herían, quedé yo solo y caí sobre mi rostro; clamé y dije: «¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando Tu furor sobre Jerusalén?».
No es casualidad que el profeta haya pensado inmediatamente en el Remanente de Israel después de verse sobrenaturalmente envuelto en una visión tan espantosa de la ira de Dios. Para ese tiempo el Reino del Norte ya había desaparecido y el Reino del Sur había sido exiliado a Babilonia, así que sólo quedaba un pequeño remanente en Jerusalén. ¿Recuerdas cuando hablamos del Remanente en nuestra última entrega? Dijimos que remanente puede leerse literalmente como 'presión al inicio', por lo que esta palabra se usa para describir un residuo, un resto ó grupo sobreviviente de una situación estresante. También hablamos del olivo cultivado como imágen profética de Israel en el libro de Isaías, y establecimos una relación entre el remanente del olivo y el aceite de las lámparas en la Parábola de las Diez Vírgenes.
En cierta forma, el Remanente es como el aceite del oliva, que fluye de un orificio en el fondo de una enorme prensa de piedra. Las aceitunas tienen que ser trituradas, agitadas y literalmente aplastadas, para producir el preciado líquido, pero hay algo aún más sorprendente acerca del olivo: La palabra olivo (zayith, H2132) en el hebreo pictográfico antiguo se escribía dibujando un arado seguido de una cruz, lo que pudiera leerse literalmente como 'la cosecha de la marca' (ó de los marcados).
Es decir, mientras Ezequiel se preocupaba por el futuro del remanente de Israel, ya Dios había marcado el verdadero Remanente con Su sello de protección! Curiosamente, este Remanente del Antiguo Testamento ya portaba la marca de una cruz en la frente, como señal de que pertenecían al pueblo escogido de Dios y se habían apartado del pecado en medio de su generación. Esta es la misma clase de señal que esperaríamos encontrar en el libro de Apocalipsis, donde el autor intenta describir un concepto hebreo utilizando el término griego más cercano, pero se queda corto.
Bien, volvamos a la visión original en Apocalipsis 7, versos 4 al 8, para identificar a los marcados: Oí el número de los que fueron sellados: 144,000 sellados de todas las tribus de los israelitas.
De la tribu de Judá fueron sellados 12,000;
de la tribu de Rubén, 12,000;
de la tribu de Gad, 12,000;
de la tribu de Aser, 12,000;
de la tribu de Neftalí, 12,000;
de la tribu de Manasés, 12,000;
de la tribu de Simeón, 12,000;
de la tribu de Leví, 12,000;
de la tribu de Isacar, 12,000;
de la tribu de Zabulón, 12,000;