En las semanas anteriores, estuvimos hablando acerca de los diferentes tipos de ofrendas o sacrificios establecidos en el Libro de Levítico y cómo estos apuntan al Mesías. Comenzamos con el holocausto, luego abarcamos las ofrendas de granos, las ofrendas de paz, las ofrendas por la culpa, y finalmente las ofrendas expiatorias. En lo que queda de los capítulos 6 y 7, las mismas ofrendas son retomadas antes de llegar al capítulo 8 que trata la consagración de Aarón.
Al repasar estos pasajes de la Escritura me pareció interesante el tema del fuego sobre el altar de bronce.
Levítico 6.8-13
8. Habló aún Jehová a Moisés, diciendo:
9. Manda a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del holocausto: el holocausto estará sobre el fuego encendido sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; el fuego del altar arderá en él.
10. Y el sacerdote se pondrá su vestidura de lino, y vestirá calzoncillos de lino sobre su cuerpo; y cuando el fuego hubiere consumido el holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar.
11. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio.
12. Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.
13. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.

Recordemos que el holocausto se ofrecía de manera continua sobre el altar de bronce. El servicio diario consistía en dos corderos, uno ofrecido en la mañana a la salida del sol, y el otro en la tarde, cuando empezaba a declinar el día. Las partes del animal eran colocados en tal forma sobre el altar que alimentaban el fuego durante toda la noche. El sacerdote encargado del turno de la noche, no sólo debía añadir la leña necesaria, sino también apartar las cenizas de los sacrificios, de modo que el fuego nunca llegara a apagarse.
Leamos una vez más el verso 13: El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
Mucho se nos habla acerca del profeta Elías, quien hizo descender fuego del cielo delante de los profetas de Baal en el monte Carmelo, pero no se menciona a menudo que Dios mismo ya había enviado su fuego al Tabernáculo de reunión, el día en que fue consagrado como tal.
Veamos Levítico 9.24:
Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros.
El fuego que consumía los sacrificios de los israelitas no era un fuego común, sino que se había originado en la misma presencia de Dios y por lo tanto era un fuego especial! El fuego vino de Dios, sin embargo la ardua tarea de mantener este fuego ardiendo fue dada a los levitas, y específicamente a los sacerdotes. Te imaginas cuánta leña se requería diariamente a fin de avivar esta llama divina, y que no se extinguiera?
Al igual que en el Tabernáculo del AT, la presencia del Espíritu Santo se describe en numerosas ocasiones como un fuego santo que arde en el interior del creyente nacido de nuevo. No sólo leemos en Hechos 2 sobre la aparición de "lenguas repartidas como de fuego" sobre las cabezas de los primeros cristianos reunidos en el Día de Pentecostés, sino que el apóstol Pablo escribe a los Tesalonicenses: No apaguéis al Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19); y más tarde a su hijo espiritual, Timoteo: Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos (2 Timoteo 1.6).
El Espíritu Santo es un fuego que proviene de Dios, no un fuego común; sin embargo no deberíamos pensar que este fuego divino arderá invariablemente en nuestro ser sin la intervención humana. La Biblia nos enseña que este fuego puede ser avivado, pero también extinguido, de acuerdo con el mismo principio que encontramos en Levítico 6.13. Este fuego nos ha sido confiado a fin de que nos mantengamos cuidando y avivando su llama. Un mandamiento cristiano fundamental que algunos suelen ignorar es el que se encuentra en Efesios 5.18 donde se nos manda (no se nos sugiere, o se nos aconseja, sino se nos manda) a ser 'llenos del Espíritu'. Es cierto que el Espíritu Santo procede de Dios y no de hombre alguno, sin embargo la responsabilidad de ser llenos nos ha sido delegada a nosotros; de otra manera, cómo nos pediría Dios algo que es humanamente imposible de lograr?
Tomemos una vez más el simbolismo del fuego. Incendios incontrolables han comenzado con una pequeña chispa. Siempre y cuando las condiciones sean propicias, el fuego se extenderá consumiendo todo a su paso. Pensemos ahora en una pequeña llama confinada a un pequeño espacio cerrado; tan pronto se termine el oxígeno, la llama se extinguirá sin remedio. La pregunta es, cómo podemos alimentar el fuego del Espíritu que Dios nos ha confiado?
En primer lugar, alimente lo espiritual con lo espiritual. El Espíritu no puede comprarse con dinero o con influencia. Tampoco puede venir por medio del esfuerzo o la voluntad humanos, sino que la Biblia dice que se recibe por gracia y de manera totalmente gratuita, según la soberana voluntad del Padre.
La mejor manera de alimentarnos espiritualmente es estudiando la Palabra de Dios y meditando en ella continuamente. La Palabra es como la leña que aviva el fuego. A medida que lee, su fe crecerá y le llevará a nuevos niveles.
En segundo lugar, ejercítese espiritualmente. Ore, ayune, sirva, congréguese, ponga en práctica lo aprendido, perdone, persevere en amor. No piense que puede simplemente tomar un atajo hacia una vida llena del Espíritu. Dios no puede ser burlado.
En tercer lugar, limpie la ceniza. Recuerde que todo deseo de la carne es por naturaleza contrario al Espíritu. Usted y yo no podemos crecer mientras encubrimos actitudes pecaminosas o rebeldes. Confiese el pecado y apártese lo antes posible. Asegúrese de mantener la comunicación abierta y sea moldeable a la voz de Dios.
El salmo de las peregrinaciones menciona a los que permanecían en la casa de Dios durante las horas de la noche, refiriéndose probablemente a los acerdotes encargados de mantener y guardar el fuego santo, entre otros:
Salmo 134.1
Mirad, bendecid a Jehová, Vosotros todos los siervos de Jehová, Los que en la casa de Jehová estáis por las noches.
Para ser llenos del Espíritu Santo, primero debemos procurar serlo. Nuestro Padre celestial está deseoso de concedernos ese anhelo de nuestros corazones, si es que en realidad perseveramos en nuestro propósito y en nuestro rol de guardianes del fuego sagrado.
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