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Levítico 16: Nuevos Comienzos

Conocí al Señor cuando tenía ocho años. Recuerdo que fueron los días más felices de mi vida. Yo estaba embelesada con todo lo que olía a Cristo: la iglesita antigua con sus paredes de madera agrietada, la sonrisa amable de mi primera pastora, el pequeño grupo de hermanos sencillos pero sinceros que allí se reunían, y mi primera Biblia en lenguaje sencillo. Mi fascinación era total!


Junto con mi amor por Cristo, creció mi deseo de agradarle con absoluta devoción. Recuerdo que llegué a ser demasiado exigente conmigo misma. Me molestaba mucho cada vez que fallaba en algún aspecto, y sentía la necesidad constante de comenzar de nuevo. Por ese entonces, yo oraba mucho de esta manera: Querido Padre, lamento profundamente haberlo arruinado todo. ¿Serías tan amable de darme otra oportunidad? Te prometo que esta vez no lo echaré a perder.


Desgraciadamente, yo no podía evitar el cometer errores, como cualquier otra niña; sólo que en ese momento no lo comprendía bien. Me preocupaba que un día el Señor decidiera ya no darme más oportunidades para comenzar de nuevo.


¿Cómo he cambiado desde entonces? Mucho y poco a la vez. Todavía puedo ser bastante dura conmigo misma. Pienso que todos hemos tenido esa sensación alguna vez: ¿Padre, será que todavía estás dispuesto a perdonarme? La verdad es que existe una delgada, casi imperceptible, línea entre la falsa doctrina de la Súper-gracia y el Legalismo, pero en nuestro estudio de hoy intentaremos definir esta línea, y re-descubrir el maravilloso principio bíblico que se oculta detrás del Día de la Expiación.


En el estudio pasado, dijimos que Yom Kippur, o el Gran Día de la Expiación, es la fecha más solemne del calendario judío. Sólo en este día, el Sumo Sacerdote tenía permiso de entrar detrás del velo y delante del Arca del Pacto en el Lugar Santísimo, para rociar con su dedo la sangre del sacrificio de expiación. Ese mismo día, el sacerdote debía confesar sus pecados y los de todo el pueblo delante del Señor, puestas sus manos sobre la cabeza del chivo expiatorio, que más tarde sería llevado lejos del campamento, al desierto. (Si necesitas más información sobre el tema, consulta nuestro reciente estudio Chivo Expiatorio).


Estarás de acuerdo conmigo en que casi toda la acción de este Gran Día tenía lugar lejos de las miradas de la gente común; para ellos bastaba saber que el Sumo Sacerdote lo había conseguido una vez más y que el Señor había perdonado sus pecados por otro año. Para la gente del pueblo, que no podía entrar a presenciar lo que ocurría al interior del Tabernáculo, el Día de la Expiación tenía una connotación mucho más personal.


De la misma forma nosotros, que no tuvimos la oportunidad de ver la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y sobre todo, que no estuvimos presentes cuando él entró en la misma presencia del Padre para hacer expiación por nuestros pecados, de una vez y para siempre con su propia sangre, ahora hemos sido reconciliados con Dios a través de él.


Le invito a que piense por un momento en el israelita común, ¿Qué parte tenía él en el Gran Día de la Expiación? Para responder a esta pregunta, leamos las siguientes Escrituras:


Levítico 16:29-31 y 34

Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros.

Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.

(...) Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel...


Levítico 23:26-32

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.

Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo.

Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis.

Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.


Un par de ideas captan nuestra atención en el texto. La primera se encuentra en la frase afligiréis vuestras almas. A primera vista parece que el Señor le ordenó al pueblo entristecerse y angustiarse en este gran día; sin embargo, una traducción más exacta sería deben negarse a sí mismos (NTV). Otras versiones dicen se humillarán, ó pasarán el día examinándose y humillándose.


La tradición judía interpreta este llamado a la auto-negación, como una clara referencia al ayuno, aún cuando, el texto original no es explícito sobre esta práctica. La razón de esta relación directa con el ayuno, se encuentra en la esencia misma de esta práctica. Durante este día los judíos religiosos se abstienen, no solamente de alimentos y agua, sino también de cualquier otra cosa agradable o placentera, como el baño, el perfume, o las relaciones sexuales. Para ellos, esta es una forma de mostrar que estarían dispuestos a renunciar hasta a su propia vida para agradar a Jehová.


¿Enseñó Jesús a sus discípulos este concepto de auto-negación? Seguramente recordarás las palabras que leemos en Lucas 9:23: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Tendrá que admitir que este es un tema tabú en una gran parte de las congregaciones modernas, pero por muchos años tuve el privilegio de escucharlo. Para convertirse en un discípulo de Cristo, usted tendrá primero que morir a su carne, es decir, a esa parte egoísta y amante de los placeres mundanos, que no se deleita en la Ley de Dios. Esta fue una de las enseñanzas más profundamente revolucionarias que recibí cuando era una adolescente. Una vez que usted decida hacer eso, tendrá que repetir el proceso cada día, no solamente un día al año; usted entrará en una batalla constante por agradar a Dios.


Citemos lo que dice 1 Juan 2: 15-17 (NTV):

No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, porque cuando aman al mundo no tienen el amor del Padre en ustedes. Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones.

Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada vivirá para siempre.


¿Está usted cautivado por todo lo que el mundo ofrece, de modo que no puede renunciar a ciertas cosas para agradar a Dios? No creo que Dios le esté pidiendo que se deshaga de todo y se mude a una cabaña en medio de la nada (aunque quizá usted desearía hacer algo así); pero es bastante obvio que estamos siendo constantemente bombardeados y seducidos por este mundo, con toda su basura ideológica e inmoral. Por todas partes usted encontrará que las personas ya no tienen un concepto claro de lo bueno y lo malo; y más temprano que tarde, podría sorprenderse a sí mismo tranquilamente sentado en la banca de los espectadores complacientes, o siendo arrastrado por la corriente del materialismo y la hipocresía religiosa. Ninguna de esas cosas viene de Dios!


Jesús dijo que la semilla del evangelio no puede crecer en el corazón de aquellos que están comprometidos con las preocupaciones, las riquezas y placeres temporales del mundo presente. Estas personas jamás pueden producir fruto para Dios. El Apóstol Pablo dijo que ningún soldado de Jesucristo se enreda en los asuntos de esta vida, pues su prioridad es agradar en todo a Aquel que lo llamó. ¿Está usted demasiado enredado?


El Día de la Expiación es un día para la introspección, una oportunidad para examinarse uno mismo. Cuando era pequeña me gustaba jugar con mi padre. Aunque él hacía lo máximo para complacerme, recuerdo que muchas veces se le cerraban los ojos y lo vencía el sueño. La técnica más graciosa que mi padre tenía para justificarse era la de hacerme creer que se estaba mirando por dentro. Claro que yo sabía que mirarse por dentro no era tan sencillo como cerrar los ojos. ¿Con cuánta frecuencia se mira usted por dentro?


La introspección era uno de los puntos fuertes del Rey David. El dijo: Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado (...) Escudríñame, oh Jehová, y pruébame. Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón (Salmo 26:1-2). ¿Puede usted pasar la prueba del escrutinio de Dios? ¿Hace inventario de sus pensamientos y de las intenciones de su corazón?


El Día de la Expiación es un día especial para arrepentirnos y confesar nuestros pecados. La confesión y el verdadero arrepentimiento traen sanidad, no sólo del alma, sino también del cuerpo. El arrepentimiento y la fe son nuestra única y genuina conexión con el sacrificio expiatorio de Cristo. Según la lectura de Levítico 16, ¿Qué les sucedía a aquellas personas que no consentían en arrepentirse? Toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo. No existe una oración mágica que usted deba repetir para ser salvo; la única fórmula válida es la que encontramos en las Escrituras, y esa es el arrepentimiento.


Durante la celebración judía de Yom Kippur, a menudo se da lectura al libro del profeta Jonás, la historia de como Jehová perdonó a los malvados habitantes de Nínive, sólo porque ellos escucharon las palabras del profeta, y se arrepintieron de todo corazón. El arrepentimiento está en el centro del verdadero ayuno. Prestemos atención a las palabras del profeta Isaías:


Isaías 58:1-3

«Grita con la voz de un toque de trompeta. ¡Grita fuerte! No seas tímido. ¡Háblale a mi pueblo Israel de sus pecados!

Sin embargo, ¡se hacen los piadosos! Vienen al templo todos los días y parecen estar encantados de aprender todo sobre mí. Actúan como una nación justa que nunca abandonaría las leyes de su Dios. Me piden que actúe a su favor, fingiendo que quieren estar cerca de mí.

“¡Hemos ayunado delante de ti! —dicen ellos— ¿Por qué no te impresionamos? Hemos sido muy severos con nosotros mismos, y ni siquiera te das cuenta”.


Tal como lo hizo Israel en tiempos del profeta Isaías, es posible perder de vista el verdadero propósito del ayuno. Usted y yo nunca podremos impresionar a Dios lo suficiente como para lograr su favor, sólo a través de Jesús hemos alcanzado misericordia y gracia; es por eso que el segundo gran elemento del Día de la Expiación es el reposo. Ningún israelita podía trabajar durante ese día. Esto nos recuerda lo que dice Romanos 2:8-9: Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.

Imagine que usted es uno más del campamento israelita. Usted cumple con el mandato de negarse a usted mismo, y ha pasado el día examinando su corazón y buscando al Señor con genuino arrepentimiento por sus pecados; sin embargo, su confianza no está puesta en la eficacia de su arrepentimiento, o de su ayuno, sino en el sacrificio que está teniendo lugar en el santuario. Al final del día, usted será perdonado literalmente sin hacer nada! Usted ha sido reconciliado mientras descansaba!


Volvamos a la fecha de hoy. ¿En qué momento exacto fue usted reconciliado con Dios? ¿En qué momento fue completada su salvación? Para mí la respuesta a esa pregunta será siempre: Hace aproximadamente 2000 años! Cristo hizo todo el trabajo por mí, y yo no hice nada (ni siquiera existía). No hay manera de añadir alguna cosa a lo que él hizo.


¿Qué le sucedía a la gente que se rehusaba a descansar en ese día? Dice: Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo. Es por eso que el apóstol Pablo escribe a los cristianos gálatas: Sin embargo, los que dependen de la ley para hacerse justos ante Dios están bajo la maldición de Dios, porque las Escrituras dicen: «Maldito es todo el que no cumple ni obedece cada uno de los mandatos que están escritos en el libro de la ley de Dios»


Quiero que usted note un detalle en este versículo, ¿Quiénes están bajo maldición, los que obedecen la ley, o los que dependen de la ley? Claro que se refiere a los que dependen de la ley. ¿Qué significa esto? Significa que usted no puede salvarse a usted mismo, necesita confiar en Cristo para su salvación. Usted no debe trabajar durante el reposo de Dios! Si lo hace, será condenado. Ahora, el reposo de este Día no es un reposo absoluto, es un reposo con respecto a la obra de nuestra salvación, no con respecto al arrepentimiento y la obediencia. Usted no puede sacar ningún ingrediente de la ecuación: niéguese a usted mismo y repose.


Una última observación sobre el Día de la expiación me lleva de vuelta al comienzo de este estudio. ¿No es maravilloso encontrar que Dios, no sólo está dispuesto a darnos un nuevo comienzo, sino que ha hecho provisión desde el principio para que podamos ser continuamente perdonados, purificados, renovados y reconciliados con él? Cada año el pueblo de Israel experimentaba un nuevo comienzo durante Yom Kippur, un día en el cual el Señor estaba listo para recibir y perdonar a cada uno. ¿Te habla esto sobre el corazón del Padre? No solamente está él dispuesto a recibirnos, sino que nos espera en el camino para darnos muchos nuevos comienzos.


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