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Lidiando con el Espíritu de Rechazo #1: Elegidos Robados y en Ruinas

Actualizado: 23 abr 2022

...Pero este es un pueblo saqueado y despojado, todos atrapados en cuevas o encerrados en cárceles. Son saqueados, y nadie los libra; son despojados, y nadie reclama. ¿Quién de ustedes escuchará esto y prestará atención en el futuro? (Isaías 42:22-23).


Cuando el profeta Isaías se refirió a Israel en el capítulo 42, lo llamó un pueblo saqueado y despojado, gente atrapada y encarcelada en prisiones a causa de la opresión de sus enemigos. Desde tiempos antiguos, los israelitas aprendieron a huir de las naciones enemigas, escondiéndose en los montes y en las cuevas de la tierra. ¿Cómo es posible que esta fuera la situación del pueblo escogido de Yahweh? El profeta responde a esta pregunta en los versos siguientes: (Israel) No siguió sus caminos, ni obedeció su ley. Por eso el Señor derramó sobre él su ardiente ira... (24-25).


El pueblo elegido había recibido las instrucciones de Dios para vivir en victoria y bajo el favor divino, pero su falta de compromiso con la santidad, la debilidad de su carácter, y una actitud inconstante y rebelde, los había arrastrado a una condición miserable y desesperada. Ellos habían sido llamados para heredar bendición, pero habían caído bajo ira; se les había preparado para conquistar, poseer, y prosperar en la tierra de Canaán para siempre, pero ahora terminarían exiliados, destruídas sus ciudades, derribados sus muros, y quemados sus palacios.


Isaías lanza una advertencia para las futuras generaciones: ¿Quién de ustedes escuchará esto y prestará atención en el futuro? La Palabra de Dios nos ha sido dada para que prentemos atención al modelo del pueblo santo de Israel y aprendamos de su historia, la historia de su relación especial con Yahweh, el Dios del Pacto. Ha sido escrita para que entendamos que nosotros somos como ellos en nuestro caminar con Dios, en nuestro llamado, en nuestras batallas, en nuestros tropiezos y fracasos, pero también en nuestra plena restauración.


Al igual que Israel, usted y yo hemos sido llamados para vivir en libertad. El apóstol Pablo escribe en su carta a los Gálatas: Para libertad fue que Cristo nos hizo libres (5:1); pero inmediatamente agrega una advertencia a sus lectores: Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud. Usted coincidirá conmigo en que una advertencia como esta no tendría sentido alguno si no fuese posible volver a someternos a una condición de esclavitud espiritual, aún después de conocer a Cristo. De hecho, si somos sinceros, todos hemos experimentado cierta opresión alguna vez.


No importa cuantas veces nos declaremos favorecidos y en victoria; hay muchos cristianos que experimentan constante opresión por parte del enemigo. Algunos dirán: Si eres cristiano, no puedes estar triste. Si eres cristiano, no puedes vivir en derrota; pero la verdad es que muchas personas a quienes vemos sonreir, con una apariencia de aparente calma y normalidad, en realidad se encuentran cautivos en cárceles espirituales de opresión satánica. Tristemente, esto sucede porque la Iglesia de Cristo, bien carece de discernimiento espiritual, o no está usando las herramientas que Dios le ha dado para ayudarlos.


Hay muchas iglesias que enseñan un evangelio totalmente artificial, en el que usted es automáticamente liberado y perfectamente equipado para vivir la vida cristiana tan pronto como repite una sencilla oración de fe. La oración de fe no es el tema de este estudio, pero le diré algo, esta enseñanza no se conforma a lo que dice la Escritura. En la Escritura encontramos que nuestro Señor Jesús fue ungido y comisionado por el Espíritu Santo para liberar a los cautivos, como dijo el profeta:


El Espíritu del Señor Dios está sobre mí,

porque me ha ungido el Señor

para traer buenas nuevas a los afligidos;

me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón,

para proclamar libertad a los cautivos

y liberación a los prisioneros;

para proclamar el año favorable del Señor.


(Isaías 61:1-2a / Lucas 4:18)

Jesús tenía una unción de liberación! Es por eso que lo encontramos ministrando a los enfermos y liberando a los afligidos por espíritus malignos, pero ¿a quiénes vino Jesús liberando? ¿A los gentiles? ¿A los paganos idólatras? ¿A todos los que no tenían conocimiento del Dios de Israel? NO! El vino primero a las ovejas de Israel! A los saqueados y despojados de su pueblo, a los atrapados en cuevas de oscuridad y a los cautivos en prisiones espirituales de maldad, de los que habló Isaías. Usted puede seguir a Jesús en su viaje ministerial y lo verá ministrando liberación al interior de las sinagogas, como en Marcos 1:23 y Lucas 13:11. De hecho, hay una vivencia de Jesús que nos da a entender claramente que la liberación es el pan de los hijos; es el encuentro con la mujer sirofenicia.


La historia cuenta que entrando Jesús en una casa, en la región de Tiro y Sidón, vino a él una mujer griega y siro-fenicia de origen, para pedirle que echara fuera de su hija un demonio. El contexto sugiere que Jesús vino a esta región en busca de un breve descanso, pero esta mujer cananea supo de su presencia y no dudó en interrumpirle. Luego, la Escritura registra que Jesús aparentemente se refiere a ella de forma bastante desacostumbrada; sus palabras sonaron duras y derogativas para una mujer desesperada y llena de fe: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos (Mateo 15:27).


¿Por qué se negó Jesús a atender las súplicas de esta mujer atribulada? ¿Por qué le llamó perrilla? Aunque los comentaristas han tratado de conciliar el hecho de que Jesús haya mostrado una actitud de aparente aversión por esta mujer gentil y su pedido, es bastante obvio que había algo en ella, o tal vez en su hija, que no le inspiraba compasión como de costumbre. Recuerda que su problema era el de una posesión demoniaca; es importante que recordemos quiénes eran históricamente los antepasados de esta mujer, y qué culto practicaban. Baste con decir que de esta región procede la tristemente célebre Jezabel, esta mujer endemoniada que años atrás introdujo la adoración a Baal y Astarté al pueblo de Dios. Una malvada reina cananea que mató a todos los profetas de Jehová que pudo encontrar, y levantó templo y altar para sus dioses en la tierra norte de Israel, donde estableció sus hechicerías. Casualmente, la historia dice que su cuerpo, luego de ser lanzada desde un lugar alto, fue descuartizado y comido por perros salvajes.


Mi interpretación personal de este pasaje es que Jesús conocía qué clase de espíritus atormentaban a esta familia, y porqué. Los antiguos fenicios fueron famosos por su idolatría y la práctica de sacrificios humanos, más concretamente de niños a Moloc. Jesús entendió que había algo muy oscuro detrás de esta chica; sin embargo, sabemos cómo termina el encuentro. La extraordinaria fe de la mujer sirofenicia hizo posible el milagro, y su hija fue libre del demonio, aún a distancia. El Señor usó esta experiencia para enseñarnos algo: la liberación de demonios es para los hijos!


No estamos llamados a ministrar liberación indiscriminadamente a cualquier persona que no tiene una relación de pacto con el Dios de Israel. Hacer esto puede resultar muy peligroso y contraproducente, pues la propia Escritura dice que aquel espíritu que sale del hombre, buscará la oportunidad para volver a entrar, trayendo consigo siete espíritus peores que él, y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero (Mateo 12:45). Incluso Jesús entendía este principio, pero muchos en la iglesia moderna no logran captarlo.


Dios milagrosamente liberó a su pueblo Israel de la esclavitud en Egipto, sin que ellos tuviesen que mover un solo dedo; pero una vez libres, él mismo los dirigió a la Tierra Prometida, donde ellos tuvieron que tomar las armas y pelear, para conquistar el territorio que se les había prometido. Hay batallas que Dios pelea por nosotros, pero hay otras batallas que él nos prepara para pelear. Usted no debe esperar que Dios le libre milagrosamente de todo ataque del enemigo, pero él definitivamente estará con usted en la batalla para darle la victoria.


El rey David, quien fue un hombre de guerra, escribió: Bendito sea el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la guerra, y mis dedos para la batalla (Salmo 144:1). ¿Hay en su vida una situación por la que ha estado pidiéndole a Dios que le libre, pero no ha recibido ninguna respuesta? Considere esta posibilidad: Él quiere que usted se involucre en la batalla! Hay mucho más que usted puede hacer además de llorar; usted tiene que ir a la guerra espiritual!


La presente serie de estudios bíblicos, está basada en el libro Destruyendo el Espíritu de Rechazo, de John Eckhardt, y está dedicada a traer mayor revelación al pueblo de Dios sobre uno de los espíritus más comunes y su camarilla de acompañantes malvados: el espíritu de rechazo. En estos estudios hablaremos de cuáles son las puertas de entrada para estos demonios, cuáles son algunos de los síntomas y manifestaciones más frecuentes que estos producen, cuáles son algunos de sus asociados, y desde luego, cómo deshacernos de ellos.


Al momento en que me encuentro grabando esta introducción por segunda vez, he recibido muchísimos mensajes de cristianos que están luchando con este y otros espíritus, es por eso que le animo a dejar de lado las ideas preconcebidas de la falsa religiosidad que nos alejan de la verdad revelada en las Escrituras, en favor de una actitud humilde y un espíritu receptivo. Recuerde que Dios no está tan interesado en su apariencia como lo está en su corazón, y Él quiere que usted sea verdaderamente libre. Permita que la verdad de Dios penetre en su corazón, como espada de doble filo que llega hasta lo más profundo de su ser, dejando al descubierto sus pensamientos y deseos más íntimos (Hebreos 4:12).

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