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Lidiando con el Espíritu de Rechazo #5: Fuera el Miedo!

Actualizado: 20 jun 2021

Hola, estimado lector. Bienvenido a una nueva entrega de la serie Lidiando con el Espíritu de Rechazo. En el estudio de esta semana, te propongo profundizar en uno de los socios más cercanos de un espíritu de rechazo: el miedo. Soy consciente de que ya hemos hablado alguna vez sobre este tema, sin embargo, en esta ocasión intentaremos abordarlo desde una perspectiva un tanto diferente.


Para comenzar, quiero citar a John Eckhardt, en el capítulo 4 de su libro Destruyendo el Espíritu de Rechazo: El miedo es un espíritu paralizante que mantiene a la gente atada en muchas áreas de sus vidas. Este espíritu se manifiesta de numerosas maneras: miedo a ser rechazado, miedo a ser abandonado, miedo a que alguien nos hiera, miedo al fracaso, miedo al futuro, miedo a tomar decisiones, miedo a la oscuridad, miedo a la soledad, miedo a la opinión o reacción de otras personas, miedo al matrimonio, miedo a las responsabilidades, miedo a las enfermedades, miedo a los accidentes, miedo a los gérmenes, miedo a la muerte, miedo a la pobreza, etc.


En este grupo también se incluyen las fobias. Una fobia es un terror o miedo excesivo, irracional, incontrolable y desmesurado respecto al perjuicio que un objeto, persona o situación temida puede ocasionar al individuo que la padece. Dicho temor irracional, que es también considerado un trastorno de ansiedad, hace que la persona afligida sienta un pánico incontrolable cada vez que se ve expuesta a este factor estresante, a pesar de comprender que su temor es ilógico. Como sabes, el mundo de las fobias es muy amplio y complejo, abarcando desde el miedo a algún animalito inofensivo, hasta el miedo a las alturas o los lugares cerrados, etc.

Además de las fobias, una de las peores manifestaciones de miedo es la paranoia, un desorden mental que se caracteriza por la aparición de ideas fijas, obsesivas, e infundadas. Las personas que sufren de este desorden, a menudo se sienten amenazados en circunstancias normales, muestran excesiva desconfianza con respecto a otras personas, o tienen frecuentes delirios de persecución. Las Escrituras nos hablan de al menos un caso de aparente paranoia (el caso del rey Saúl), el cual ya mencionamos en estudios anteriores, donde se relaciona directamente a la presencia de un espíritu maligno.


En el estudio de hoy daremos respuesta a las siguientes interrogantes: ¿Qué es el miedo? ¿A qué debemos su origen? ¿Y qué dice la Biblia sobre él? Además, ¿Qué relación existe entre el miedo y el rechazo? y, ¿Qué podemos hacer para resolver aquellos miedos irracionales que nos afectan, y nos impiden llevar una vida satisfactoria?


Según el diccionario de Oxford, lexico.com, el miedo es: a) una sensación alerta o angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario; b) un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.


De acuerdo con la primera definición (sensación de alerta o angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario) no todos los miedos son malos, algunos nos permiten reaccionar a tiempo ante una situación de peligro inminente. Esta categoría de miedo útil no es de lo que estamos hablando en este estudio. Notemos, sin embargo, que la definición presupone la posibilidad de un peligro. Partiendo de esta premisa, es lógico pensar que el miedo es una sensación perfectamente normal y común, pues vivimos en un mundo bastante peligroso, pero no siempre fue así.


La primera referencia al miedo en la Escritura se halla en Génesis 3:10, donde encontramos el relato de la caída de Adán. Justo después de desobedecer a Jehová comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva escucharon la voz del Señor que se paseaba en el huerto (como de costumbre), y ¿Cuál fue su reacción? Ellos sintieron miedo! Hasta ese momento no encontramos que existiera motivo alguno para temer, no existía la posibilidad de un peligro. El hombre pudo estudiar y reconocer el mundo que le rodeaba, dar nombre a los animales, e inclusive ejercer el dominio y autoridad delegados por Dios, sin sentir miedo; pero en cuanto entró en escena el pecado, el mismo hombre corrió a esconderse.


No somos capaces de comprender exactamente cómo y cuánto afectó el pecado a nuestro mundo físico. Algunos estudiosos especulan que Adán y Eva pudieron haber perdido una especie de cobertura o característica física con la que fueron inicialmente dotados, y que perdieron al momento de su desobediencia. De cualquier manera, su respuesta a la pregunta de Dios, nos permite ver que inmediatamente se sintieron culpables y vulnerables (desnudos) por lo que habían hecho: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Ellos sintieron miedo de Dios, pero este miedo no fue una sensación positiva, fue más bien una señal de desconexión espiritual, un fallo fatal en la comunicación entre Dios y el hombre.


La Escritura nos habla de un miedo muy positivo, que nos permite tomar buenas decisiones y alejarnos del pecado; este es el temor de Dios. El temor de Dios, es el respeto reverente que nos motiva a servirle y obedecerle porque sabemos que, tarde o temprano, daremos cuenta de nuestras acciones delante de Él. Es el reconocimiento de su omnipotencia, su soberanía y justicia, de la omnisciencia de Dios. La persona que es temerosa de Dios es alguien que se comporta en consecuencia con ese conocimiento (se nota que este no fue el temor que sintieron Adán y Eva en el huerto). En contraste con este sano temor, encontramos el miedo satánico que nos motiva a escapar de nuestras responsabilidades, escondernos de la presencia de Jehová, y dudar de sus buenas intenciones.


La segunda definición de miedo (sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea) lo sitúa exactamente al lado opuesto de la balanza con la fe. Hebreos 11:1 dice que la fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos (DHH). Así que la fe y el miedo apuestan a equipos contrarios; usted puede tomar uno y multiplicarlo por -1 para obtener exactamente el otro. Usted puede tomar el concepto de la fe y hacer exactamente lo opuesto para encontrar el concepto del miedo, y viceversa.


Cuando usted y yo operamos bajo la tiranía del miedo, estamos cometiendo pecado, porque todo lo que no proviene de fe, es pecado (Romanos 14:23). No estoy diciendo que es pecado sentir miedo, pero cuando el enemigo logra que usted se mueva en temor, le está sacando fuera del plan de Dios, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Dios quiere que usted y yo nos movamos en dimensiones espirituales de fe y obediencia, no en la frecuencia satánica del miedo. También podemos decir que el miedo es un juego de distracción. Veamos qué dice 1 Pedro 5:8, Tengan cuidado y estén siempre alertas, pues su enemigo, el diablo, anda como león rugiente buscando a quién devorar (NBV).


Estimado lector, le aseguro que no hay muchos animales que cazan rugiendo, de hecho, los depredadores más sofisticados saben cómo darle seguimiento silencioso a sus víctimas, hasta que encuentran el momento perfecto para abalanzarse sobre ellas. Entonces ¿Por qué rugen los leones? Los expertos han llegado a la conclusión de que una de las razones fundamentales por las que los leones rugen es para marcar su territorio, y para intimidar a cualquier macho joven que haya podido entrar en él. El sonido de su rugido es claramente amenazador; tan profundo que puede escucharse a varios kilómetros de distancia. Tarde o temprano, a pesar de las amenazas, algún león joven de otra manada se atreverá a desafiarlo cara a cara, y ocupará su lugar como líder de la manada, logrando matarlo y exterminar con él a toda su descendencia.


No hay duda que Satanás y sus secuaces saben como usar la estrategia del miedo y jugar el juego de la intimidación contra nosotros, pero eso no significa que él tenga la ventaja. El Salmo 91:13 dice: Sobre el león y la cobra pisarás; hollarás al cachorro de león y a la serpiente (LBLA). Hay muchas historias bíblicas que ilustran este principio, como la historia de David y Goliat.


La escritura dice que Goliat era un filisteo de gran estatura y vasta experiencia militar, que desafiaba al ejército de Israel cada día, dejándolo en vergüenza, pero ninguno se atrevía a enfrentarlo, porque el miedo se había apoderado de ellos; sin embargo, al llegar David al campo de batalla, se sintió enardecido y, siendo apenas un muchacho sin experiencia, estuvo dispuesto a enfrentarlo, porque decía: ¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? (...) Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo (1 Samuel 17). Sin duda David estaba mirando la situación desde una perspectiva TOTALMENTE diferente, por eso pudo derribar a Goliat con una sola piedra, usando la estrategia divina que había aprendido en los campos de pastoreo.


Siempre que somos invadidos por el miedo, necesitamos preguntarnos si estamos mirando la situación desde una perspectiva correcta. El profeta Isaías nos aclara cuál es esa perspectiva, cuando escribe: Ten por santo en tu vida al Señor de los Ejércitos Celestiales; él es a quien debes temer. Él es quien te debería hacer temblar (8:13 NTV). Jesús dijo: No teman a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden tocar el alma. Sólo teman a Dios, que es el único que puede destruir alma y cuerpo en el infierno (Mateo 10:28 NBV).


Hemos dicho que el miedo es una estrategia de distracción e intimidación del enemigo, pero también es una trampa que nos hace tomar malas decisiones. No permita que el miedo se convierta en su motivación, pues Proverbios 29:25 dice: El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el Señor estará seguro (LBLA).


El temor puede ser una señal de que algo anda mal con nosotros, ya que normalmente la Escritura habla de él como un instrumento de juicio, que está destinado para los enemigos de Jehová. Una de las maldiciones por la desobediencia que se mencionan en Deuteronomio 28:28 es la turbación de espíritu, que es una especie de pánico o confusión mental. Me encanta como lo dice Proverbios 28:1: El malvado huye sin que nadie lo persiga, mas los justos están confiados como un león (LBLA).


Ahora, es posible que usted piense: Bueno, debe haber algo malo conmigo, porque yo no me siento tan seguro; de hecho, estoy más del lado de la turbación... Bien, si es así, por favor, no se desanime. Es momento de identificar la raíz de ese miedo, y comenzar a trabajar en ella. Es normal que una persona sienta cierto temor razonable cuando se encuentra sometida a una situación estresante. El mismo David, que derribó al gigante, dijo: Cuando tengo miedo, confío en ti (Salmo 56:3); pero si su miedo no entra en la categoría de lo razonable, es muy probable que se encuentre en la categoría de turbación mental, y eso implica que hay una semilla de transgresión (pecado) que usted o alguien más sembró en su vida. En este punto es donde debemos recordar todo lo que hemos hablado anteriormente sobre el espíritu de rechazo.

¿Qué relación existe entre el miedo y el rechazo? El miedo tiene mucho que ver con las experiencias vividas. Cualquier persona que ha sido mordida por un perro tiene tendencia a pensar que todo perro representa una amenaza para su seguridad. Si usted ha sido asaltado, es posible que no vuelva a salir solo de noche, al menos por un tiempo. Muchas personas nunca vuelven a conducir después de sufrir un accidente serio.


Recuerdo una experiencia que tuve cuando recién llegaba a USA. Yo estaba embarazada y, para ayudar a pasar el tiempo, me había inscrito en un curso comunitario de Contabilidad, que se impartía durante la noche en una escuela secundaria. Recuerdo que terminé mi práctica y salí al baño. Gracias a Dios que volví rápidamente al aula, porque al instante alguien pasó dando el aviso de que había un código de peligro en el área escolar, y que las aulas debían cerrarse desde afuera. Poco después nos enteramos de que se había reportado a un individuo armado dentro del perímetro de la escuela, y claro, no se sabía con exactitud qué había sido de él. Recuerdo que vinieron algunos policías que nos escoltaron, un grupo a la vez, al primer piso, donde nos reunieron a todos en el área de la dirección.


Fue como vivir una escena de una película de acción, salvo por la acción (Gracias a Dios!). En ese entonces yo no tenía conocimiento de lo que era un tiroteo en una escuela de los EU, ni me lo podía imaginar. Así que yo estaba un poco alerta, pero más bien tranquila; especialmente porque uno de los oficiales, viendo mi estado, me tomó de la mano. Con su mano derecha sostenía un arma, y con la izquierda me sostenía a mí, o eso creía... Su mano estaba fría, temblorosa, y sudorosa como un sapo. Esa noche no hubo disparos, la persona reportada había sido vista en las áreas verdes y aparentemente nunca entró al edificio; pero a una de mis compañeras le dio un ataque de pánico tal que estuvimos muy cerca de sufrir una fatalidad.


Cuando pienso en la mano sudorosa del oficial de policía, o en los temblores involuntarios de mi compañera de clase, entiendo que había algo en ambos que no estaba en el resto de nosotros ( y éramos muchos). Sólo se me ocurre pensar que ellos ya habían experimentado una situación similar en el pasado, y por esa razón, no podían evitar el sobre-reaccionar a esta aparente amenaza, aún cuando sus sentidos naturales no llegaron a percibir un peligro real. Su tolerancia para el miedo había disminuido mucho, y ahora estaban fuera de control.


Te cuento esta historia porque sé que hay muchas personas en esta situación, personas que tienen una mínima tolerancia al miedo, personas que pierden fácilmente el control y ni siquiera comprenden el porqué. El apóstol Juan escribió: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor (1 Juan 4:18). Cuando tienes temor en tu vida, a menudo encontrarás que existe una raíz de rechazo en el pasado (Para profundizar en este tema, puedes volver a escuchar los primeros estudios de esta serie #2 y #3).


Recuerdo que hubo una etapa de mi vida cuando todas mis oraciones sonaban así: Padre, tengo miedo. Yo había pasado por una experiencia difícil, y debido a esa experiencia, mi percepción de Dios cambió mucho. Sin darme cuenta, caí en una actitud de constante rebeldía y quejas. Me costaba abrir mi boca para adorarle. En lugar de alabanza, yo tenía preguntas, reproches, y tristeza. Comprendía que una parte de mí estaba resentida, pero en el fondo, yo no entendía por qué me resultaba tan difícil aceptar la sucedido y dejarlo en el pasado. Simplemente yo no podía superarlo.


Un día, mirando un video en internet, me encontré con un pastor que oraba con una persona en el teléfono. Él comenzó a darle instrucciones y luego me dí cuenta de que estaba ministrándole liberación de demonios en el nombre de Jesús. La voz del chico al otro lado de la línea se escuchaba entrecortada, hasta que comenzó a vomitar, y estuvo batallando por algún tiempo antes de poder recuperarse. Esa fue la primera vez que yo escuchaba una liberación tan poderosa, y a control remoto!

Recuerdo que pasaron unos días antes de que mi Padre Celestial me ministrara a mí su propia versión de una liberación a control remoto.


En mi sueño yo me encontré vomitando una especie de trapo gris, extremadamente largo, torcido y sucio. Mientras más trapo salía de mi boca, más sorprendida quedaba yo, y más quedaba por salir. Al despertar esa mañana, todo mi resentimiento se había ido como por arte de magia! Mis oraciones dieron un giro de 180 grados, y mi dolor ya no estaba ahí. Entendí que no todo mi problema era de actitud, yo estaba bajo una influencia maligna, y Dios me había liberado de manera sobrenatural y sorprendente!

Lo hizo conmigo, y puede hacerlo contigo! Volvamos a leer el versículo en 1 Juan 4:18, esta vez usando la versión NBV: No hay por qué temer a quien tan perfectamente nos ama. Su perfecto amor elimina cualquier temor. Si alguien siente miedo es miedo al castigo lo que siente, y con ello demuestra que no está absolutamente convencido de su amor hacia nosotros. Dios nos ama perfectamente, pero nosotros tenemos problemas para percibir la intensidad y el carácter de ese amor. Dicho de otra manera, el fallo no está en su amor, sino en nuestra capacidad para entenderlo. El apóstol Juan dijo que nosotros nos vamos perfeccionando en su amor, de manera gradual y progresiva (no de un día para el otro), pero lo que se perfecciona no es su amor (su amor ya es perfecto), lo que se perfecciona es nuestra comprensión y la revelación de su amor por nosotros.

Basándome en esta verdad, permítame sugerirle cinco pasos para liberarse de un espíritu de temor:

  1. Reflexione en el perfecto amor de Dios.

Usted necesitará volver una y otra vez a este y otros pasajes de la Escritura que le ayuden a ver a Jesús desde una perspectiva correcta (como David!). Le aseguro que Dios le ama y quiere verlo libre de temor! Pero a veces se nos hace particularmente difícil ver eso cuando lo filtramos a través de nuestras circunstancias personales. Créale a Dios! Y créale cuando dice que le ama! Quizá ayude hacer una lista de versículos sobre este tema y repetirlos en alta voz una o varias veces al día, cada día, hasta que sienta que su fe se fortalece. Tome cada verso y conviértalo en una declaración personal. Recuerde, usted no debe leerlos en su mente, debe declararlos con una voz audible.


2. Encuentre la raíz de su miedo.


Bien, si ya ha estado trabajando el primer paso, es momento de identificar la raíz de su problema. Puede que se trate de alguna vivencia o evento traumático del pasado, especialmente durante su niñez. Para algunas personas, recordar estos eventos puede traer mucho dolor, así que no le pediré que intente revivirlo tal y como lo recuerda. En lugar de hacer eso, usted debe invitar a Jesús a volver con usted a ese momento cuando entró el temor. Permita que el Espíritu Santo le guíe para encontrar una estrategia espiritual (como David!) para lidiar con su Goliat. Recuerde, esta vez Jesús está presente, su amor evapora el temor. Permita que Jesús sane y restaure esta área dañada de su vida, y luego salga de ahí con Jesús! No habrá necesidad de volver cuando todo esté resuelto.


3. Acepte su responsabilidad!


Cada caso es diferente pero, en sentido general, es muy probable que usted tenga parte, o toda la responsabilidad por lo que le sucedió. Algunas personas le abren la puerta al enemigo cuando incurren en alguna práctica pecaminosa o de ocultismo. Recuerde que la turbación mental es una maldición que viene por transgredir la Ley de Dios. No piense que Dios le ha estado castigando por lo que hizo, en realidad no funciona así. El mundo espiritual es también un sistema legal: si alguien viola las leyes, habrá consecuencias. Satanás y sus demonios muchas veces funcionan como verdugos u oficiales de la ley.


Usted cometió la infracción, y quedó expuesto a su poder. Es imprescindible que se presente ante el Juez Justo y reconozca su culpabilidad. No omita nada, confiese en alta voz. No minimice nada, ni trate de justificarse por nada; acepte su parte de la responsabilidad y admita su culpa. Luego, pida perdón. Jesús le ama y pagó el precio para que usted sea totalmente perdonado, sea cual sea su pecado. Identifíquese con Cristo llevando en sí la maldición por su pecado. Aplique su sangre, y siéntase libre!


Nota: Cuando ore confesando su propio pecado personal, pídale al Señor que lo libere también de cualquier maldición generacional que haya heredado de sus antepasados. La Escritura dice que las transgresiones de nuestros antepasados pueden acarrear maldición y consecuencias por varias generaciones.


4. Cancele su contrato con el pecado.


Si usted siguió los pasos correctamente, ahora se encuentra parado frente al Padre con una conciencia libre otra vez. No hay necesidad de retomar la carga emocional de la culpa, pero todavía hay algo más que puede hacer: cancele su contrato con el pecado. La razón por la que caemos bajo la influencia de espíritus malignos es porque establecemos una relación comercial con ellos, casi siempre de forma inconsciente. Quizá usted nunca participó en un ritual satánico, ni le pidió al enemigo que entrara en su casa, pero secretamente hay un cierto intercambio.


Digamos que un chico está luchando con un espíritu de lascivia, y le gustaría ser libre porque le ha traído muchos problemas y malas decisiones en su vida, pero toda la música que él escucha, letra y ritmo, es una constante incitación a las relaciones sexuales extramaritales. En este caso cabe preguntarnos si él realmente quiere ser libre, o si está jugando a la mascota con sus demonios de lascivia. Ahora piense en una mujer que lucha con ataques de ira incontrolables. Ella quiere ser libre pero no está dispuesta a renunciar a su derecho, real o percibido, de demostrar que tiene razón a toda costa. Si usted está usando a un espíritu maligno para satisfacer su apetito carnal, tiene que aceptar que existe una relación de intercambio que necesitará romper para ser libre.


El Espíritu Santo honrará su decisión de romper con cualquier relación o lazo emocional que tenga con los demonios. Tome un papel y escriba una declaración de renuncia a su relación con el Diablo, como si redactara una carta de cancelación de contrato, y léala en voz alta. Elimine de su casa cualquier objeto, y sustituya cualquier hábito que esté conectado a esta relación nociva.


En el caso del miedo es posible que usted tenga objetos relacionados con el ocultismo en su casa, inclusive símbolos, recuerdos del pasado, etc. También es posible que usted tenga una rutina poco saludable, como la costumbre de mirar las noticias todos los días antes de irse a dormir. Cambie de canal y conéctese con las noticias del cielo; le aseguro que el león está rugiendo a través de la pantalla de su televisor, su tablet o celular, y si presta demasiado oído estará entrando en su juego de intimidación.


5. Desaloje a forzosamente a su antiguo inquilino.


Si ha llegado hasta aquí siguiendo los pasos anteriores al pie de la letra, cualquier espíritu que haya estado influenciándole anteriormente, ahora debe estar muerto de hambre y del aburrimiento. Para lograr esto, asegúrese de permanecer firme en su posición de romper con toda relación de dependencia mutua, o mutua gratificación (paso 4). Si tiene problemas para lograr este rompimiento, busque ayuda, pero no se dé por vencido. Recuerde que Cristo le ama y quiere verlo libre.


Lo que resta de este paso es material no apto para gente religiosa, así que si usted es religioso y tiene una mentalidad un tanto rígida, puede pedirle al Señor que trate con su vida a través de un sueño, o algo así (si es que no lo ha hecho ya).


¿Todavía me está escuchando/ leyendo? Entonces, es momento de llenarse de valor y ordenarle al espíritu de temor (o a cualquier otro que usted haya identificado por el Espíritu Santo) que desaloje su cuerpo. Puede prepararse en oración y pedir que Dios envíe ángeles de guerra para ayudarlo y protegerlo. Ahora, párese firme, tome autoridad, ate al enemigo, y ordene (no pida amablemente) ordene en voz alta al demonio que salga en el nombre de Jesús. Asegúrese de mencionar específicamente el miedo que usted ha sentido (por ejemplo: espíritu de terror nocturno, espíritu de timidez extrema, etc.) Los espíritus malignos normalmente responden al nombre de la función específica que están realizando.


Una forma práctica, simple y poco traumática de que salga es simplemente soplar con fuerza (Aquí es donde usted me acusa de estar fuera de mis cabales). La palabra espíritu en hebreo se entiende como viento, así que cuando un espíritu sale, usualmente lo hace a través de un ataque repentino de tos, un grito o alarido, una especie de vómito, bostezos, llanto, o inclusive de otras formas menos decorosas. Expertos recomiendan la vía del soplido, porque es una manera de mantener el control en todo momento y facilitar el proceso. Establezca las condiciones en alta voz, sea explícito y específico: A la cuenta de tres, en el nombre de Jesús! Uno, dos, tres... Fuera! (Sopla).


Bien, al final de este procedimiento quiero colocar una aclaración importante. (1) Primeramente, opera en fe. Lo más normal es que no veas ni sientas nada, especialmente si llevas un tiempo practicando los pasos del 1 al 4 (aunque puedes tener alguna manifestación como las que ya mencionamos arriba); si has tenido éxito, vas a notar un cambio importante en tu comportamiento y tu manera de pensar. (2) Cada caso es diferente. Si encuentras resistencia a la hora de desalojar al enemigo, busca el apoyo de otro cristiano experimentado, o simplemente de un cristiano sincero y con ganas de ayudar (lo que puedas conseguir). Busca consejería si notas que no hay progreso en tu situación específica. (3) Prepárate en oración y ayuno, especialmente si sabes que tu caso requiere de mayor disciplina espiritual. (4) No te rindas. Recuerda que Jesús te ama perfectamente y él buscará la manera de ayudarte. (5) Cuida tu liberación! Lo peor que puedes hacer es permitirle a tu antiguo inquilino que vuelva a vivir en tu casa (tu cuerpo). Pídele al Espíritu Santo que te llene desde la coronilla de la cabeza hasta la planta de los pies, aliméntate espiritualmente de la oración y la Palabra de Dios, y evita caer en los mismos hábitos pecaminosos otra vez. (6) Prepárate y estudia. El tema de la liberación espiritual es un poco complejo, así que todos tenemos mucho que aprender.




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