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¿Es Bíblica la Oración del Pecador?

Actualizado: 26 oct 2020

¿Qué debo hacer para ser salvo? Sin duda, la pregunta más importante que una persona puede formularse. La respuesta a esta pregunta no siempre estuvo clara para mí. Recuerdo una conversación que sostuve de adolescente con una amiga bastante devota; le dije que no era salva porque nunca había hecho una oración recibiendo a Jesús como Señor y Salvador.


Me formé en una denominación que enseña la doctrina del una vez salvo, siempre salvo. No creíamos en la posibilidad de perder nuestra salvación. Desde niña recuerdo bien el procedimiento según el cual una persona se volvía cristiano/a luego de repetir una oración de fe. Orábamos por ellos, los veíamos caminar al frente, escuchábamos sus tímidas voces, y les dábamos la bienvenida a la congregación. En ocasiones pasaban meses antes de verlos terminar el discipulado y descender finalmente a las aguas del bautismo, pero nunca creí que había algún problema con eso. Al pasar el tiempo, sin embargo, veíamos a algunos marchar. Ya sea que se sintieran atraídos por un estilo de vida más liberal, o que terminaran decepcionándose del sistema religioso, nos consolábamos pensando que algún día volverían al Señor, si es que realmente le habían conocido.


Hace un tiempo que nos acercamos a una iglesia de teología arminiana. Debo reconocer que algunos pasajes de la Escritura cobraron significado para mí, sin embargo, el procedimiento de la conversión sigue siendo el mismo. He visto a muchas personas pasar al frente después de algún mensaje emotivo, se les pide que llenen un formulario, se les regala una Biblia, y se les da seguimiento con una llamada telefónica. Fuera de eso, todo lo demás es igual; se les pide que repitan una oración, se les declara salvos, y se les invita a pasar el discipulado para el bautismo. Decenas de personas permanecen visitando la iglesia por un largo tiempo antes de que se les invite a bautizarse. No logro reconciliar la doctrina con la práctica en este caso; creemos que sólo los que perseveran son salvos, pero ¿Acaso no los declaramos salvos desde el primer día?


No, no te he traído hasta aquí para darte una larga y aburrida charla teológica. Yo creo en la autoridad de las Escrituras, dicho esto, no tengo por qué identificarme con una determinada corriente de doctrina denominacional. Te he traído aquí porque he dicho públicamente que la oración de fe (oración del pecador) no es bíblica, así como tampoco lo es el procedimiento que la acompaña. Lo he dicho tal cual, y casi paso por hereje... No te preocupes, aún estoy aquí! Y antes de que comiences a juzgarme, quiero invitarte a una charla franca, simple, y sobre todo, bíblica. ¿Crees tú en la suprema autoridad de las Escrituras? ¿Estás dispuesto a desenmascarar algunos mitos de la Iglesia moderna? Entonces, quédate conmigo!


La Oración del Pecador, tal y como la conocemos hoy, es un invento del siglo XX. Uno de los precedentes más importantes fue la Salvación del Banco del Doliente; una doctrina originada en el siglo XVIII y popularizada en el siguiente siglo, según la cual los nuevos conversos (por llamarlos de alguna manera) se salvaban después de pasar largas oras orando y arrepintiéndose en el banco del penitente. Ya para el siglo XX, sin embargo, famosos predicadores como el americano Billy Graham, idearon una forma mucho más sencilla y práctica de conducir a Cristo a cientos ó miles de personas al mismo tiempo, especialmente durante sus enormes cruzadas evangelísticas. Desde entonces, una gran mayoría de denominaciones cristianas han adoptado la Oración del Pecador como fórmula simplificada de conversión, no sólo en el contexto de los grandes eventos, sino también de las reuniones regulares de la Iglesia local.


Quizá estarás pensando: Si la oración del pecador (oración de fe o de salvación) surgió en el siglo XX ¿Qué teníamos antes? ¿Cómo podíamos determinar el momento de la conversión? La respuesta más breve y resumida a esta pregunta es: Teníamos el bautismo! Ahora tú me dirás: Entonces, ¿El bautismo es el que salva? Le diré esto: El bautismo no es el que salva, el que salva es Cristo! pero el bautismo es el medio que Dios ha establecido en la Escritura para que una persona testifique públicamente de su fe en Cristo. Digo más, el bautismo no es sólo un símbolo, es un rito de iniciación a la fe cristiana, y no sólo a la fe cristiana, sino también a la fe judía de donde esta se deriva.


Usted jamás encontrará a Jesús guiando a sus discípulos en una oración de fe, pero usted lo encontrará bautizando (Juan 3:22 y 26) y comisionando a sus discípulos a bautizar a quienes creyeran en él. Los apóstoles jamás guiaron a las multitudes en una oración de conversión colectiva, ellos llamaron a las multitudes al bautismo de arrepentimiento!


No estoy diciendo que orar esté mal, no me malentienda. Tampoco intento juzgar las intenciones de su tele-evangelista favorito; sin embargo, una gran mayoría de las personas que aceptan a Cristo con motivo de estos eventos multitudinarios, no permanecen en la fe. Piense un poco ¿Cuántos pastores y líderes de iglesias locales siguen hablando de arrepentimiento desde sus púlpitos? Al utilizar la oración del pecador, restándole importancia y urgencia al bautismo, estamos creando una falsa expectativa de que la salvación se recibe instantáneamente al repetir una simple oración, cuando la realidad es que las Escrituras son muy claras con respecto a la necesidad de un arrepentimiento genuino. Muchas de las personas que entregan su vida a Cristo de esta manera, nunca ven la necesidad de renunciar a su actual estilo de vida pecaminoso, y por lo tanto, no han sido verdaderamente salvos, y no han sido sellados con el Espíritu Santo.


Nuestro Señor Jesucristo comisionó a los apóstoles para anunciar las Buenas Nuevas del Reino y hacer discípulos. El nunca les dio una fórmula abreviada llamada 'oración de conversión', en su lugar, el Maestro resucitado les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado (Marcos 16:15-16). La misma idea se repite en Mateo 28:19, que dice: Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Cuál era la señal exterior de un cambio interior? Era el bautismo. ¿Cuál era el testimonio público que se esperaba de un nuevo creyente? Era el bautismo!


Pasémos ahora al libro de Hechos, ¿Cuál fue la experiencia de los primeros cristianos? Las Escrituras registran el primer gran discurso evangelístico de Pedro en el capítulo dos. Leamos a partir del verso 36 para ver cuál era el procedimiento a seguir con los nuevos creyentes.


Hechos 2:36-42

(Hablando Pedro) Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, ¡Dios lo ha hecho tanto Señor como Mesías!

Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

Pedro contestó:

—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo.


Quiero que hagamos una pausa para notar algo importante. ¿Por qué encontramos a la gente de Jerusalén preguntando ¿Qué debemos hacer? (v. 37). En el verso anterior el apóstol Pedro les confronta con su pecado, diciendo: Fueron ustedes quienes crucificaron al Mesías! Estamos viviendo en una época en la que ya no se habla de convicción de pecado y mucho menos de arrepentimiento. Muchos de los que se acercan al altar para recibir a Jesucristo como Salvador personal, ni siquiera entienden lo que esto significa; la mayoría han escuchado un mensaje motivacional y positivista, pero no han sido confrontados con su pecado, ni lo serán. ¿Cómo podemos entonces afirmar que se han arrepentido sinceramente? Sigamos leyendo para saber qué sucedió con los que creyeron ese día.


v. 40-41

Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».

Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.


¿Hubo oraciones en ese día? Probablemente las hubo, pero ni siquiera se menciona ese detalle. Con toda seguridad nadie esperaba convertirse con una oración, todos esperaban ser bautizados a la manera de Juan, llamado el Bautista. Recordemos también el relato de lo que sucedió en la casa de Cornelio, un capitán del ejército romano, que temía al Dios de Israel junto con su familia, y era conocido por su generosidad.


Hechos 10:44-48

Mientras Pedro aún estaba diciendo estas cosas, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. Los creyentes judíos que habían llegado con Pedro quedaron asombrados al ver que el don del Espíritu Santo también era derramado sobre los gentiles. Pues los oyeron hablar en otras lenguasy alabar a Dios.

Entonces Pedro preguntó:  «¿Puede alguien oponerse a que ellos sean bautizados ahora que han recibido el Espíritu Santo, tal como nosotros lo recibimos?». Por lo tanto, dio órdenes de que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo.


Es interesante que en el caso de Cornelio y su familia, Pedro y los que estaban con él comenzaron a notar señales de que Dios mismo ya había derramado de su Espíritu Santo sobre ellos, antes de ser bautizados con agua. Aunque esta era una ligera alteración del orden revelado en Hechos 2, según el cual, los nuevos creyentes recibirían el Espíritu Santo después de ser bautizados, Pedro la recibió como una confirmación divina de que una verdadera conversión había tenido lugar en ellos. Es evidente que no es la experiencia del bautismo la que salva, sin embargo, el verso 48 dice que ellos fueron bautizados en el nombre de Jesús como señal exterior de su fe y su nueva identidad en Cristo.


¿Y qué podemos decir del evangelista Felipe, quien llegando a Samaria, predicaba con grandes señales y milagros? ¿Cuál fue el resultado de su predicación?


Hechos 8:12

... La gente creyó el mensaje de Felipe sobre la Buena Noticia acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Como resultado, se bautizaron muchos hombres y mujeres.


Si continuamos leyendo en los versos siguientes, notaremos que estos nuevos discípulos samaritanos no recibieron el Espíritu Santo hasta más tarde en el verso 15, donde se nos dice que Pedro y Juan viajaron desde Jerusalén y oraron por ellos, imponiéndoles las manos.


Hechos 8:15-17

Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.


Definitivamente, ellos ya eran parte de la congregación, pues habían hecho profesión de fe por el bautismo, y ahora estamos viendo el cumplimiento de la promesa del Padre en ellos, tal y como se nos revela en Hechos capítulo 2. ¿Imagina usted a los predicadores modernos orando por los creyentes bautizados para que reciban el Espíritu Santo? ¿En qué momento cambió este procedimiento, para dar lugar a la moderna oración del pecador?


Miremos a partir del verso 36, el encuentro de Felipe con el eunuco etíope. ¿Cuál fue el resultado inmediato de su fe?


Hechos 8:35-38

Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?

Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.

Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.


Este pasaje nos lleva a preguntarnos si realmente deberíamos esperar semanas, meses, o años antes de poder bautizar a los nuevos creyentes. Luego de que el eunuco escuchó el Evangelio y creyó, estuvo listo para bautizarse en el nombre de Jesús. Felipe nunca le dio a repetir una oración formulada; él le habló del bautismo como señal. Lo mismo le sucedió a Pablo, o Saulo de Tarso, en Hechos 9:17-18, donde leemos que Dios envió a Ananías, un simple discípulo de la ciudad de Damasco, para que orara por él y lo bautizara.


Hechos 9:17-18

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.


Nótese que Ananías, no tenía ningún rango oficial dentro de la Iglesia primitiva, o al menos no se nos dice nada de él. En Hechos 22 se nos dice que era un hombre recto, devoto de la Ley y amado entre los judíos de Damasco, pero en ningún momento vemos que él fuera especialmente ordenado para bautizar por alguna autoridad religiosa. Y es que, en la Iglesia primitiva, cualquier discípulo podía bautizar a un nuevo creyente, por lo que Ananías no requirió de la presencia de Pedro o de Juan, especialmente después de ser comisionado especialmente por el Espíritu Santo.


Ahora, recuerda que el bautismo es en esencia un lavamiento. (Si te interesa profundizar en el tema, te invito a que escuches dos estudios anteriores, publicados bajo los nombres Diez Cosas Que Deberías Saber Sobre el Bautismo Cristiano y Comienza en el Agua.) De ahí que el bautismo y el arrepentimiento estén inseparablemente ligados el uno al otro. Cuando los apóstoles hablaban de arrepentimiento, en su contexto judío, con una mente judía del primer siglo, ellos estaban pensando en el bautismo, y no en una simple oración de fe. Para ellos, el arrepentimiento conllevaba a la práctica de la inmersión ritual, o tevilah.


Teviláh es la palabra hebrea para designar la inmersión ritual de todo el cuerpo en agua, que los judíos religiosos han estado practicando desde la antiguedad. ¿Recuerdas nuestros estudios sobre los ritos de purificación por agua en el libro de Levítico? La Ley Mosaica establecía que las personas afectadas por ciertas enfermedades o condiciones físicas, consideradas impuras, practicaran la inmersión de todo el cuerpo en agua, a fin de ser purificados y readmitidos en la comunidad. También los sacerdotes practicaban la inmersión total con ocasión de su ordenación, y durante el Gran Día de la Expiación.


Cuando llegamos al judaismo del primer siglo, encontraremos que la inmersión Teviláh se practicaba para significar la purificación de pecados y un cambio de disposición hacia Dios. Imagina por un momento a Juan el Bautista predicando en las cercanías del río Jordán. La predicación de Juan era directamente confrontacional, por lo que la gente que lo escuchaba y se sentía aludida, sintiendo una fuerte convicción de pecado, bajaban directamente a las aguas y se sumergían, confesando sus pecados y expresando su deseo de estar listos para la llegada del Mesías.


La pregunta en este punto sería ¿Cuál es la manera bíblica de arrepentirse y recibir el perdón de pecados? Sin lugar a dudas, es el bautismo en agua. ¿Cambió Jesús el comcepto judío del bautismo para dar origen a un bautismo totalmente nuevo, al que llamamos bautismo cristiano? Las Escrituras nos dicen que Jesús y sus discípulos le dieron continuidad al bautismo de arrepentimiento que Juan predicaba (Juan 3:22 y 26), el cual nunca perdió su significado original, es decir de purificación de pecado, sino que se le añadió aún más significado con la muerte y resurrección de Cristo. El apóstol Pablo desarrolla el tema del bautismo en Romanos 6.


Romanos 6:3-4 y 11

¿Acaso olvidaron que, cuando fuimos unidos a Cristo Jesús en el bautismo, nos unimos a él en su muerte? Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva.


Así también ustedes deberían considerarse muertos al poder del pecado y vivos para Dios por medio de Cristo Jesús.


Estimado hermano/a, el bautismo es el único y verdadero comienzo de la vida cristiana. Usted no puede simplemente repetir una oración y considerarse salvo, no existe en la Escritura ningún precedente para la llamada Oración de Salvación. El bautismo, en cambio, está lleno de significado. Por el bautismo, una persona está dando testimonio público de que ha tomado la decisión de abandonar su vida de pecado, morir con Cristo, y resucitar con él a una vida nueva.


Una última aclaración con respecto a este tema. Los que pretenden justificar la sustitución del bautismo por la Oración del Pecador, argumentan que la Escritura dice: Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Este versículo que encontramos en el primer discurso de Pedro, como hablamos al comienzo, es una referencia directa al libro de Joel, capítulo 2, donde el profeta habla específicamente del Gran Día del Juicio de Dios. El apóstol Pedro está simplemente haciendo una aplicación de la profecía de Joel al contexto del primer siglo. El paralelo entre ambos pasajes se hace evidente al leer Hechos 2:40, donde se nos dice dónde estaba el énfasis de todo el discurso de Pedro.


Hechos 2:40

Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».

En ningún momento Pedro quizo decir que la oración de fe puede sustituir el bautismo como señal de arrepentimiento. Otro de los pasajes más populares que se utilizan para respaldar la oración del pecador es cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. En esta ocasión el carcelero de Filipos viene de rodillas delante de Pablo y de Silas y les hace la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Viéndolo de manera aislada, parece que Pablo le está diciendo que sólamente con creer este hombre recibiría la salvación, pero una vez más, usted y yo no debemos sacar estos versículos fuera de su contexto.


Hechos 16:25-30

Alrededor de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los demás prisioneros escuchaban. De repente, hubo un gran terremoto y la cárcel se sacudió hasta sus cimientos. Al instante, todas las puertas se abrieron de golpe, ¡y a todos los prisioneros se les cayeron las cadenas! El carcelero se despertó y vio las puertas abiertas de par en par. Dio por sentado que los prisioneros se habían escapado, por lo que sacó su espada para matarse; pero Pablo le gritó: «¡Detente! ¡No te mates! ¡Estamos todos aquí!».

El carcelero pidió una luz y corrió al calabozo y cayó temblando ante Pablo y Silas. Después los sacó y les preguntó:

—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?


Preguntémonos: ¿A qué salvación se refiere el carcelero en su pregunta? Claramente, no se refería a la salvación de pecados, sino a salvar su pellejo, pues el castigo por dejar escapar a todos los prisioneros era la muerte. Claro que Pablo aprovecha la oportunidad para presentarle el evangelio a este pobre hombre, que momentos antes intentó quitarse la vida, y leemos en los versos que siguen que el carcelero llevó a Pablo y a Silas a su casa esa noche, donde él y toda su familia escucharon el mensaje de salvación y fueron bautizados (v. 32-33).


Pablo nunca le dijo al carcelero que si él tenía la fe suficiente, tanto él como su familia, se salvarían por arte de magia; él le estaba profetizando que esa misma noche él y toda su familia recibirían el evangelio y serían bautizados en el nombre de Jesús.


Quizá estarás pensando: ¿Acaso no dice la Biblia que con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación? La respuesta más directa a esta pregunta es sí, la Escritura habla de la confesión pública en Romanos 10; sin embargo, la intensión de Pablo en su carta no es la de cambiar el procedimiento establecido por el propio Jesús y practicado por todos los apóstoles después de él. Su objetivo es el de probar que tanto judíos como gentiles tienen acceso a la salvación al poner su confianza en Cristo. Así es como el mismo apóstol Pablo predicaba el evangelio y bautizaba en el nombre de Jesús, orando por los nuevos creyentes para que estos recibieran el Espíritu Santo.


Hechos 19:1-7

Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo viajó por las regiones del interior hasta que llegó a Éfeso, en la costa, donde encontró a varios creyentes.

—¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron? —les preguntó.

—No —contestaron—, ni siquiera hemos oído que hay un Espíritu Santo.

 —Entonces, ¿Qué bautismo recibieron? —preguntó.

Y ellos contestaron:

—El bautismo de Juan.

Pablo dijo:

—El bautismo de Juan exigía arrepentirse del pecado; pero Juan mismo le dijo a la gente que creyera en el que vendría después, es decir, en Jesús.

En cuanto oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Después, cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, y hablaron en otras lenguas y profetizaron.


Estimado hermano, espero que este estudio te haya sido de utilidad y pueda cambiar la manera como ves el evangelismo, la conversión y el bautismo. Seguramente volveremos a tocar este tema más adelante; por ahora, me gustaría que me dejaras tus preguntas y comentarios acerca del tema. Si por casualidad eres un nuevo creyente, haz todo lo posible por bautizarte cuanto antes, aunque no sin antes reflexionar en el significado de este sacramento. Recuerda que esta es la manera que Dios ha establecido para que puedas testificar de tu decisión por Cristo. Si ya has sido bautizado, espero que no desperdicies esta oportunidad para profundizar en la Palabra de Dios, dejando de lado toda doctrina de hombres. ¿Por qué piensas que Dios nos dejó el bautismo y no la oración del pecador?



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