El Poder Detrás de las Palabras
Actualizado: 19 mar 2022
Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Santiago 3:2 (NBLA)
Hola, estimado lector/ oyente de Letra y Espíritu! Estoy agradecida a Dios por darme la oportunidad de compartir Su Palabra con gente tan valiosa y especial como usted. En el estudio bíblico de esta semana me gustaría abordar cuatro argumentos fundamentales sobre el poder que hay detrás de la palabra hablada. Debo admitir que, desde el libro de Proverbios en el AT hasta la carta de Santiago que acabamos de citar en el NT, las Sagradas Escrituras tienen muchísimo que decir al respecto de este tema, así que no tenemos tiempo que perder... Comencemos!
1. Las palabras como alimento del espíritu.
Las Sagradas Escrituras conceden a las palabras el poder de alimentar o destruir el espíritu humano.
Por ejemplo, en Proverbios 10:21 leemos: Los labios del justo apacientan a muchos... (RVR60). Apacentar en este caso se refiere a alimentar, guiar, instruir, enseñar, animar, etc. Sus palabras pueden tener un impacto realmente sorprendente. Proverbios 15:4 compara la lengua apacible con un árbol que transmite vida (la lengua apacible es árbol de vida), pero también añade que la perversidad en ella quebranta el espíritu (LBLA). Otras versiones dicen la lengua perversa lastima, hace daño, deprime, destruye el espíritu. Me gusta una versión que dice: La lengua perversa rompe el corazón (BLP), y otra que traduce: La perversidad en ella es una brecha en el espíritu (JBS).

Qué lindo es usar bien las palabras! Usted puede devolverle la vida, la fe y la esperanza a una persona. Usted puede levantar al caído, libertar al oprimido, y cambiar el destino de alguien. Ahora mismo, usted podría recordar más de una palabra que ha terminado marcando su vida. Años han pasado, las cosas han cambiado, pero usted no ha podido olvidarlas. Es posible que estas palabras le hayan hecho sentir seguro, valioso y capaz; así que usted recibió las fuerzas para superar una crisis, emprendió una carrera ó ministerio, se convirtió en una persona estable y segura de usted mismo.
Desgraciadamente para muchas personas, las palabras más importantes que han marcado sus vidas les han traído sentimientos de inseguridad, rechazo, culpabilidad o miedo. Esa frase que te decía tu mamá: Este niño/a no sirve para nada; ó esa maestra de primaria, a la que no le caías bien: Es que usted es burro/a, nada le entra en esa cabeza; ó ese esposo/a, que en un momento acalorado de discusión llegó a amenazarle con el divorcio. El impacto de esas palabras hizo que se abriera una brecha en su espíritu, y aunque usted piensa que ha superado ese dolor, sigue luchando con esos sentimientos de culpa, inseguridad, baja autoestima, etc. Todo porque alguien importante para usted, profirió palabras que tuvieron un impacto de muerte sobre su vida, pues la Escritura dice que la muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18:21 RVR60).
Me gustaría decirle que usted tiene el poder para vomitar estas palabras ahora mismo en el nombre de Jesús, y reeplazarlas por las palabras de amor y afirmación que están escritas para usted en las Escrituras, pero es importante que aprendamos a pesar nuestras palabras porque ellas alimentan nuestro espíritu, como dijo el proverbista:
Proverbios 18:20 RVR60
Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre;
Se saciará del producto de sus labios.
Imagine por un momento que todas las palabras que usted dijo hoy pudieran literalmente materializarse y convertirse en la cena para toda su familia. ¿Se atrevería a comérselas? ¿Las daría de comer a su familia? Piense en el efecto de sus palabras. El hecho de que no pueda verlas, no significa que no puede intoxicarse con ellas! Nos preocupamos por la comida que comemos, pero no somos conscientes de la contaminación en nuestras palabras; sin embargo, Jesús dijo que las palabras contaminan mucho más que los gérmenes.
Un día los escribas y fariseos se acercaron al Señor para preguntarle: ¿Por qué tus discípulos no cumplen con la tradición de lavarse las manos antes de comer? Entonces Jesús les respondió:
Marcos 7:15-23 (RVC)
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre (...) Porque nada que venga de afuera entra en su corazón, sino en su vientre, y al final va a parar en la letrina; pero lo que contamina es lo que sale del hombre.
Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.
¿A qué clase de contaminación cree que se refirió Jesús en este pasaje? Bien, me atrevería a decir que a una contaminación del espíritu, del alma, pero también del cuerpo, pues la Biblia dice que las palabras brotan del corazón espiritual, el cual ya se encuentra contaminado, y tienen un efecto rebote. Si vamos al contexto de este pasaje, encontraremos que la pregunta de los escribas y fariseos parte de un contexto físico y ceremonial, por lo que la respuesta también tiene implicaciones en lo físico, es decir, sobre su salud.
¿Conoce usted a alguien que habla de manera negativa todo el tiempo? ¿Alguien que no puede dejar de maldecir? ¿Alguien que miente hasta sin darse cuenta? ¿Alguien con un discurso pesimista? ¿O esa persona que no para de criticarlo todo? La raíz de su problema está en el corazón. El corazón en la Biblia no se trata del órgano físico, tampoco se trata sólamente de nuestros sentimientos y pasiones; el corazón es la esencia del hombre interior, incluyendo su manera de pensar. Es por eso que la Escritura dice que de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45 RVR60). Llamemos a esto la Ley del Contenido: Lo que se bota por fuera, revela la naturaleza de lo que hay adentro. Si quiere conocer cómo piensa una persona en realidad, preste atención a todo lo que dice, especialmente cuando no está hablando en serio! Alguien dijo: Dime sobre qué bromeas, y te diré cómo piensas!
2. Las palabras como instrumento legal.
La Sagrada Escritura afirma que usted y yo somos responsables, y tendremos que dar cuenta a Dios, no sólo por lo que hacemos, sino también por lo que decimos. De hecho, Jesús dijo que por nuestras palabras seremos justificados, y por nuestras palabras seremos condenados en el Día del Juicio (Mateo 12:36-37).
En la antigüedad, las palabras tenían fuerza legal; cuando alguien hacía una promesa delante de varios testigos presenciales, esa persona se veía obligada a cumplir o enfrentar las consecuencias. Así es como leemos en Proverbios 6:2 RVR60: Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios. Aunque en nuestro mundo moderno los acuerdos verbales han perdido importancia, ya que difícilmente se puede confiar en la palabra de una persona; en el mundo espiritual las palabras siguen teniendo tanta fuerza legal como un documento original, firmado y acuñado delante de un notario público. No es casualidad que Romanos 10:8-10 dice:
Romanos 10:8-10 (RVR60)
Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.
Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
La confesión es un acuerdo, una especie de contrato verbal vinculante (que tiene fuerza legal) en el mundo espiritual. Piense en esto, el verbo confesar en el idioma original Griego significa ponerse de acuerdo, consentir, conceder. Es decir que en realidad, cuando uno confiesa, aún sin darse cuenta, está dando el sí a un acuerdo, está otorgando un permiso, pactando o firmando su nombre en un contrato legal.
Todo aquello que usted cree en su corazón se vuelve confesión en su boca! Pero tenga en cuenta que la salvación no es lo único que se confiesa con la boca; con la boca podemos expresar nuestro acuerdo con la verdad de Dios, y también alinearnos con el enemigo de nuestras almas.
Recuerdo en este momento el testimonio de una persona que fue liberada de un espíritu de falsa identidad sexual. Esta persona contaba cómo había luchado con cierta confusión mental desde sus primeros años de vida, sin embargo, en el momento en que por primera vez confesó con su boca que esa era su nueva identidad sexual, inmediatamente sintió que algo cambió en su interior, como si un espíritu maligno entrara en su cuerpo, y ya no volvería a ser la misma persona después de esa confesión.
¿Qué cosas ha confesado usted sobre usted mismo, o sobre otras personas bajo su influencia, que pueden ser usadas como argumento contra usted o su familia en el mundo espiritual? No hay duda que este es un tema muy amplio y profundo, pero sólo voy a dejarlo con esta pregunta: Si el enemigo estuviera buscando alguna declaración o confesión (permiso, acuerdo) suya para acusarlo ahora mismo delante del Padre ¿Qué contratos verbales encontraría? ¿Qué confesiones ha estado haciendo últimamente que pueden literalmente meterlo en problemas si no toma acción ahora mismo para arrepentirse, y cancelar toda palabra de acuerdo con las tinieblas?
Si usted va a confesar algo, es mejor que sea la Palabra de Dios! Cuando usted confiesa la Palabra, se está alineando con la voluntad de Dios, y su intención se hace evidente en el mundo espiritual! Es cierto, usted ya confesó que Cristo es su Salvador, pero aún tiene mucho que trabajar en su discurso personal.
3. Las palabras como vehículo de orden y propósito.
Ya hemos dicho que las palabras impactan el espíritu y el cuerpo. También hablamos de la confesión como instrumento legal en el mundo espiritual. Ahora me gustaría llevarle un poco más lejos para mostrarle la razón fundamental por la que usted y yo deberíamos cuidar nuestras palabras. Lo que quiero mostrarle puede resumirse en la siguiente cita bíblica:
Hebreos 11:3 NBV
Por la fe sabemos que Dios formó el universo por medio de su palabra; así que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no podía verse.
¿Ha pensado usted alguna vez cómo fue que Dios creó el universo? Contrario a lo que pudiéramos pensar, Él no tomó la materia y comenzó darle forma como lo haría un artesano, alfarero, o carpintero. De hecho, no había nada para moldear! La Escritura dice que fue por medio de Su Palabra, es decir, Él simplemente habló y causó que lo invisible tomara forma visible.
Así es como leemos en Génesis 1:1 que en el principio creó Dios los cielos y la tierra; sin embargo, en el verso siguiente (v. 2) leemos que la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas (RVR60). Justo en este punto, muchos estudiosos de la Biblia se debaten para intentar explicar cómo pudo Dios crear algo desordenado y vacío. Con toda humildad, aunque no soy erudita, me gustaría proponerle algo, a la vez que le cuento un breve testimonio.
Al comienzo de este año 2022, yo tuve lo que voy a llamar una percepción en mi espíritu. Durante varios días tuve la sensación de que venían tiempos muy oscuros, espiritualmente hablando. Literalmente, yo sentía que por segunda vez en los últimos tiempos, una gran oscuridad estaba haciendo su entrada en nuestro mundo, pero a la vez que yo tenía esta extraña sensación, también pude percibir que el Espíritu Santo me llevaba mentalmente a este pasaje de Génesis 1:2, donde yo imaginaba cómo sería este mar primitivo, caótico y cubierto de oscuridad, por encima del cual soplaba el viento del Espíritu Santo.
Mientras yo miraba esta imágen en mi mente, la palabra caos cobró importancia para mí. Entonces encontré que caos era precisamente el estado de confusión y desorden total en que se encontraba el universo antes de que Dios interviniera para darle forma. Cuando decimos que algo es caótico, estamos diciendo que no tiene forma, ni sentido. En la mentalidad hebrea del AT, forma y propósito están conectados, por lo que la frase desordenada y vacía de la versión RVR60 (sin ninguna forma) puede interpretarse simplemente como la ausencia de sentido ó propósito, y por lo tanto, de orden.
La Tierra no tenía entonces ninguna forma específica, pues carecía de propósito, hasta que en el v. 3 Dios comenzó a hablar sobre ella para darle forma y sentido. A partir de este verso, la frase dijo Dios se repite 10 veces en la RVR60 (sólo en el capítulo 1) y sin contar todas las demás expresiones que también indican que Dios habló asignándole a cada cosa un propósito y forma determinados. ¿Puede imaginarse lo que sucedería allí? Lo único que se me ocurre pensar es que de alguna forma