Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.
(Juan 3:20)
Tengo una compañera de trabajo que dice ser atea. Como la gran mayoría de los ateos, ella tiene una decena de frases cristianas que forman parte de su vocabulario habitual. Por ejemplo, ella exclama Jesús! cuando algo le preocupa o entristece, mientras se lleva una o ambas manos al pecho en un gesto de asombro. Ella agradece a Dios cuando se siente feliz, y le reclama a él cuando está enojada o enferma. Al final, no importa cuántas veces haya sonado más religiosa que yo, siempre se asegura de aclararnos que es 'atea'.
Respecto a mi compañera, un día terminé por preguntarle sobre su niñez. Supe que tenía una gemela idéntica, y que ambas fueron abandonadas por su madre biológica y educadas por una mujer cristiana. Al principio creí que tal vez eso lo explicaba todo. Seguramente su madre adoptiva habría sido fría y abusiva, por lo que ella se decepcionó del cristianismo y decidió mantenerse alejada de cualquier cosa que sonara a Dios; sin embargo, nada más lejos de la realidad. Su madre adoptiva había sido excepcionalmente dulce y generosa, tanto que al hablar de ella sus ojos se llenaron de lágrimas.
Por qué entonces aferrarse a una actitud rebelde e irreverente? Nunca lo supe. Supongo que le afectó perder a su madre cristiana, a quien estaba tan estrechamente ligada. Puede que le afectara verla sufrir abatida por alguna enfermedad terminal, o divorcio, o crisis financiera. No pude averiguarlo. Lo cierto es que todos conocemos a alguien así, que a pesar de haber escuchado el mensaje sobre el amor de Dios y su perdón, continúa empecinado en el error.
Por qué no quieren escuchar? Es cierto que no han encontrado suficiente evidencia para creer? Será que prefieren a Darwin con su Teoría de la Evolución de las Especies? Lo han intentado antes y se han decepcionado del todo? No creo, porque cada vez que yo misma me siento decepcionada me remito a la evidencia y termino abrazando mi fe con mayor fuerza. Entonces, por qué no vienen a la luz? Estoy convencida de que la respuesta a mi pregunta se encuentra en Juan 3:20.
Un hombre fariseo, principal entre los judíos, vino a Jesús de noche. Temía ser descubierto y que alguien lo denunciase con los líderes religiosos de la ciudad, que en su mayoría resintieron la popularidad del Maestro. Nicodemo se acercó a Jesús como quien cruza una barrera de seguridad, procurando por todos los medios no hacer sonar la alarma. Sus palabras revelaron la verdad oculta sobre su grupo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él (Juan 3:2)
Espera un momento! A quiénes se refiere? Quiénes son los que saben que Jesús es un maestro genuino? Quiénes son los que han entendido el origen divino de su llamado? Estos son los fariseos, los principales, los líderes religiosos. No fueron ellos los peores enemigos de Cristo? No andaban siempre buscando ocasión para hacerlo caer? No se confabularon ellos en su contra y llegaron hasta las autoridades romanas para pedirles que condenaran al Maestro? Cómo se explica esta confesión de Nicodemo?
Las palabras de Jesús en el verso que abre esta reflexión fueron dirigidas a este grupo, y a todos los que son como ellos: Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Por qué no vinieron los fariseos a Jesús, salvo unos pocos, ocultos como Nicodemo? Porque tenían mucho que ocultar. De la misma forma sucede hoy con aquellas personas que conociendo la verdad, no están dispuestos a abandonar su estilo de vida pecaminoso para seguir al Maestro. Algunos prefieren retener sus resentimientos, su decepción, sus vicios, sus malas costumbres, o su ira; otros temen ser expuestos, y que la luz de Dios deje al descubierto la basura acumulada en los rincones del alma.
No importa lo que digan los que no quieren oir el mensaje de salvación. Ellos simplemente ponen excusas para no enfrentar la verdad. No puedo hablar por ellos, pero hablo por mí. No quiero que la verguenza me detenga; no me preocupa el qué dirán. Jesús sigue barriendo los rincones de mi vida, exponiéndome cada vez más, examinándome como a David; pero prefiero caminar a la luz de Dios, lo mismo que tú. Eso espero.
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